Fútbol de oficina

Dicen que cualquier lugar es ideal para jugar al fútbol. Y no se necesita mucho: una pelota de papel y unos cuantos metros disponibles. ¿Dónde guardar la bola después de jugar? Eso lo decide cada quién.

Un videito, para dar el banderazo de salida al fin de semana futbolero.

Postdata: no podíamos dejar de consignarlo: por fin ganaron los Leones Negros en el estadio Jalisco: le metieron tres goles a Hermosillo.

Para leer: Salinger a la Vila-Matas

Aleksei Savrasov

31) Vi a Salinger en un autobús de la Quinta Avenida de Nueva York. Lo vi, estoy seguro de que era él. Ocurrió hace tres años cuando, al igual que ahora, simulé una depresión y logré que me dieran, por un buen periodo de tiempo, la baja en el trabajo. Me tomé la libertad de pasar un fin de semana en Nueva York. No estuve más días porque obviamente no me convenía correr el riesgo de que me llamaran de la oficina y no estuviera localizable en casa. Estuve sólo dos días y medio en Nueva York, pero no puede decirse que desaprovechara el tiempo. Porque vi nada menos que a Salinger. Era él, estoy seguro. Era el vivo retrato del anciano que, arrastrando un carrito de la compra, habían fotografiado, hacía poco, a la salida de un hipermercado de New Hampshire.

 

Jerome David Salinger. Allí estaba al fondo del autobús. Parpadeaba de vez en cuando. De no haber sido por eso, me habría parecido más una estatua que un hombre. Era él. Jerome David Salinger, un nombre imprescindible en cualquier aproximación a la historia del arte del No.

 

Autor de cuatro libros tan deslumbrantes como famosísimos —The Catcher in the Rye (1951), Nine Stories (1953), Franny and Zooey (1961) y Raise High the Roof Beam, CarpentersISeymour: An Introduction (1963)—, no ha publicado hasta el día de hoy nada más, es decir que lleva treinta y seis años de riguroso silencio que ha venido acompañado, además, de una legendaria obsesión por preservar su vida privada.

 

Le vi en ese autobús de la Quinta Avenida. Le vi por causalidad, en realidad le vi porque me dio por fijarme en una chica que iba a su lado y que tenía la boca abierta de un modo muy curioso. La chica estaba leyendo un anuncio de cosméticos en el tablero de la pared del autobús. Por lo visto, cuando la chica leía se le aflojaba ligeramente la mandíbula. En el breve instante en que la boca de la chica estuvo abierta y los labios estuvieron separados, ella —por decirlo con una expresión de Salinger— fue para mí lo más fatal de todo Manhattan.

 

Me enamoré. Yo, un pobre español viejo y jorobado, con nulas esperanzas de ser correspondido, me enamoré. Y aunque viejo y jorobado, actué desacomplejado, actué como lo haría cualquier hombre repentinamente enamorado, quiero decir que lo primero de todo que hice fue mirar si la acompañaba algún hombre. Entonces fue cuando vi a Salinger y me quedé de piedra: dos emociones en menos de cinco segundos.

 

De pronto, me había quedado dividido entre el enamoramiento repentino que acababa de sentir por una desconocida y el descubrimiento —al alcance de muy pocos— de que estaba viajando con Salinger. Quedé dividido entre las mujeres y la literatura, entre el amor repentino y la posibilidad de hablarle a Salinger y con astucia averiguar, en primicia mundial, por qué él había dejado de publicar libros y por qué se ocultaba del mundo.

 

Tenía que elegir entre la chica o Salinger. Dado que él y ella no se hablaban y por lo tanto no parecía que se conocieran entre ellos, me di cuenta de que no tenía demasiado tiempo parar elegir entre uno u otro. Debía obrar con rapidez. Decidí que el amor tiene que ir siempre por delante de la literatura, y entonces planeé acercarme a la chica, inclinarme ante ella y decirle con toda sinceridad:

 

—Perdone, usted me gusta mucho y creo que su boca es lo más maravilloso que he visto en mi vida. Y también creo que, aquí donde me ve, jorobado y viejo, yo podría, a pesar de todo, hacerla muy feliz. Dios, cómo la amo. ¿Tiene algo que hacer esta noche?

 

Me vino a la memoria de pronto un cuento de Salinger, The Heart of a Broken Story (El corazón de una historia quebrada), en el que alguien planeaba en un autobús, al ver a la chica de sus sueños, una pregunta casi calcada a la que había yo en secreto formulado. Y recordé el nombre de la chica del cuento de Salinger: Shiley Lester. Y decidí que provisionalmente llamaría así a mi chica: Shirley.

 

Y me dije que sin duda haber visto a Salinger en aquel autobús me había influido hasta el punto de habérseme ocur rrido preguntarle a aquella chica lo mismo que un chico quería preguntarle a la chica de sus sueños en un cuento de Salinger. Menudo lío, pensé, todo esto te sucede por haberte enamorado de Shirley, pero también por haberla visto al lado del escurridizo Salinger.

 

Me di cuenta de que acercarme a Shirley y decirle que la amaba mucho y que estaba chiflado por ella era una absoluta majadería. Pero peor fue lo que se me ocurrió después. Por suerte, no me decidí a llevarlo a la práctica. Se me ocurrió acercarme a Salinger y decirle:

 

—Dios, cómo le amo, Salinger. ¿Podría decirme por qué lleva tantos años sin publicar nada? ¿Existe un motivo esencial por el que se deba dejar de escribir?

 

Por suerte, no me acerqué a Salinger para preguntarle una cosa así. Pero también es cierto que se me ocurrió algo casi peor. Pensé en acercarme a Shirley y decirle:

 

—Por favor, no me interprete mal, señorita. Mi tarjeta. Vivo en Barcelona y tengo un buen empleo, aunque ahora estoy de baja, que es lo que me ha permitido viajar a Nueva York. ¿Me permite que la telefonee esta tarde o en un futuro muy cercano, esta misma noche por ejemplo? Espero no sonar demasiado desesperado. En realidad supongo que lo estoy.

 

Finalmente, tampoco me atreví a acercarme a Shirley para decirle una cosa así. Me habría enviado a freír espárragos, algo difícil de hacer, porque ¿cómo se fríen espárragos en la Quinta Avenida de Nueva York?

 Pensé entonces en utilizar un viejo truco, ir hasta donde estaba Shirley y con mi inglés casi perfecto decirle:

 

—Perdone, pero ¿no es usted Wilma Pritchard?

A lo que Shirley habría respondido fríamente:

—No.

—Tiene gracia —podría haber proseguido yo—, estaba dispuesto a jurar que era usted Wilma Pritchard. Ah. ¿No será usted por casualidad de Seattle?

—No.

 

Por suerte, también me di cuenta a tiempo de que por ese conducto tampoco habría llegado muy lejos. Las mujeres se saben de memoria el truco de acercarse a ellas haciendo como que las confundes con otras. El «Por cierto, señorita, ¿dónde nos hemos visto antes?» se lo conocen de memoria y sólo si les caes bien simulan caer en la trampa. Yo, aquel día, en aquel autobús de la Quinta Avenida, tenía pocas posibilidades de caerle bien a Shirley, pues andaba muy jorobado y sudado, el pelo se me había quedado planchado, pegado a la piel y delatando mi incipiente calvicie. Llevaba manchada la camisa por una gota horrible de café. No me sentía nada seguro de mí mismo. Por un momento me dije que era más fácil caerle bien a Salinger que a Shirley. Decidí acercarme a él y preguntarle:

 

—Señor Salinger, soy un admirador suyo, pero no he venido a preguntarle por qué no publica desde hace más de treinta años, yo lo que quisiera saber es su opinión acerca de ese día en el que Lord Chandos se percató de que el inabarcable conjunto cósmico del que formamos parte no podía ser descrito con palabras. Quisiera que me dijera si es que a usted le ocurrió otro tanto y por eso dejó de escribir.

 

Finalmente, tampoco me acerqué para preguntarle todo eso. Me habría enviado a freír espárragos en la Quinta Avenida. Por otra parte, pedirle un autógrafo tampoco era una idea brillante.

 

—Señor Salinger, ¿sería tan amable de estamparme su legendaria firma en este papelito? Dios, cómo le admiro.

—Yo no soy Salinger —me habría contestado. Para algo llevaba treinta y tres años preservando férreamente su intimidad. Es más, habría vivido yo una situación de absoluto bochorno. Claro está que entonces podría haber aprovechado todo aquello para dirigirme a Shirley y pedirle que el autógrafo lo firmara ella. Tal vez ella habría sonreído y me habría dado una oportunidad para entablar una conversación.

 

—En realidad le he pedido su autógrafo, señorita, porque la amo. Estoy muy solo en Nueva York y sólo se me ocurren majaderías para intentar conectar con algún ser humano. Pero es totalmente verdad que la amo. Ha sido un amor a primera vista. ¿Ya sabe usted que está viajando al lado del escritor más escondido del mundo? Mi tarjeta. El escritor más oculto del mundo soy yo, pero también lo es el señor que va sentado a su lado, el mismo que acaba de negarse a firmarme un autógrafo.

 

Me encontraba ya desesperado y cada vez más empapado de sudor en aquel autobús de la Quinta Avenida cuando de pronto vi que Salinger y Shirley se conocían. El le dio un breve beso en la mejilla al tiempo que le indicaba que debían bajarse en la siguiente parada. Se pusieron los dos de pie al unísono, hablando tranquilamente entre ellos. Seguramente Shirley era la amante de Salinger. La vida es horrorosa, me dije. Pero inmediatamente pensé que aquello ya no lo cambiaba nadie y que era mejor no perder el tiempo buscándole adjetivos a la vida. Viendo que se acercaban a la puerta de salida, me acerqué yo también a ella. No me gusta recrearme en las contrariedades, siempre trato de sacarles algún provecho a los contratiempos. Me dije que, a falta de nuevas novelas o cuentos de Salinger, lo que le oyera a él decir en aquel autobús podía leerlo como una nueva entrega literaria del escritor. Como digo, sé sacarles provecho a los contratiempos. Y pienso que los futuros lectores de estas notas sin texto me lo agradecerán, pues quiero imaginarles encantados en el momento de descubrir que las páginas de mi cuaderno contienen nada menos que un breve inédito de Salinger, las palabras que le escuché decir aquel día.

 

Llegué a la puerta de salida del autobús poco después de que la pareja hubiera descendido por ella. Bajé, agucé el oído, y lo hice algo emocionado, iba a tener acceso a material inédito de un escritor mítico.

—La llave —le oí decir a Salinger—. Ya es hora de que la tenga yo. Dámela.

—¿Qué? —dijo Shirley.

—La llave —repitió Salinger—. Ya es hora de que la tenga yo. Dámela.

—Dios mío —dijo Shirley—. No me atrevía a decírtelo… La perdí.

 

Se detuvieron junto a una papelera. Parándome a un metro y medio de ellos, hice como que buscaba una cajetilla de cigarrillos en uno de los bolsillos de mi americana.

 

De repente, Salinger abrió los brazos y Shirley, sollozando, se fue hacia ellos.

—No te preocupes —dijo él—. Por el amor de Dios, no te preocupes.

Se quedaron allí inmóviles, y yo tuve que seguir andando, no podía por más tiempo quedarme tan quieto a su lado y delatar que les espiaba. Di unos cuantos pasos, y jugué con la idea de que estaba cruzando una frontera, algo así como una línea ambigua y casi invisible en la que se esconderían los finales de los cuentos inéditos. Luego volví la vista atrás para ver cómo seguía todo aquello. Se habían apoyado en la papelera y estaban más abrazados que antes, los dos ahora llorando. Me pareció que, entre sollozo y sollozo, Salinger no hacía más que repetir lo que de él ya había oído antes:

—No te preocupes. Por el amor de Dios, no te preocupes.

 

Seguí mi camino, me alejé. El problema de Salinger era que tenía cierta tendencia a repetirse.

 

Texto de: Enrique Vila-Matas, tomado de «Bartleby y compañía», Editorial Anagrama, España, 2001. Páginas: 83 – 89.

Imagen de: Aleksei Savrasov, «The Rye Field», óleo sobre tela, 1937. Pintor ruso y creador de la escuela lírica del paisaje,

Herramientas digitales para periodistas

La Fundación Knight acaba de publicar un excelente libro de 182 páginas con recursos útiles para el ejercicio del periodismo y su publicación en internet. El volumen se llama Herramientas digitales para periodistas y fue escrito por Sandra Crucianelli, periodista argentina especializada en investigación y profesora del Knight Center de Texas y de la Universidad Internacional de Florida. Puede descargarse gratis de esta liga.

El libro está dividido en nueve capítulos:

1. Searching, con herramientas y tips para la búsqueda de información en internet, desde Google a e-books libres de descarga, documentos oficiales, buscadores visuales y otros.
2. Marcadores sociales, sitios donde se comparten y categorizan enlaces, como Delicious, Digg o Menéame.
3. Documentos oficiales y acceso a bases de datos.
4. Redes sociales y sindicación web, para el uso de sitios como Facebook y Twitter o la suscripción vía RSS a actualizaciones de blogs, periódicos u otros sitios web.
5. Números en la Sala de Redacción, con herramientas para manejar datos numéricos, desde fechas a unidades, coordenadas, volumen, banca.
6. Herramientas específicas para la creación de blogs, libros, PDF, alojar documentos, envío de archivos pesados, traductores.
7. La web semántica, sobre categorización y relación de información.
8. Visualización de datos, como georreferenciación, mapas y gráficos.
9. Nuevos medios, del periodismo ciudadano, competencias profesionales e hiperlocalización.

Otro libro para adentrarse en el tema es Periodismo 2.0. Una guía de alfabetización digital, de Mark Briggs, que puedes consultar en esta liga.

Murió Salinger

El viejo huraño cumplió durante cincuenta años el deseo de su personaje
El viejo huraño cumplió durante cincuenta años el deseo de su personaje

«Me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente». El que habla es Holden Caulfield, protagonista de la novela El guardián entre el centeno, de JD Salinger. Luego de cincuenta años de cumplir, cabalmente, los deseos de su personaje, el escritor estadounidense acaba de morir. El viejo huraño se alejó del mundo una vez más. Y esta vez de forma definitiva.

En 1960, hastiado de su éxito literario, el también autor de Nueve historias, Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción abandonó Nueva York y se recluyó en su casa fortaleza de New Hampshire. Sólo dio una entrevista telefónica, en 1974, al diario The New York Times, donde declaró: «Hay una paz maravillosa en no publicar. Publicar es una terrible invasión a mi vida privada». Luego, cortó de tajo su contacto con la humanidad y no volvió a dar la cara.

Autor de culto y personaje extrañísimo de la literatura, Salinger se nos fue: 1919-2010. Esperemos que sus cinco décadas de soledad redunden en un buen cajón de inéditos (que pronto sean éditos). Y que en paz (maravillosa) descanse.

En este enlace, la necrológica de The New Yorker y todos los relatos que publicó en la revista estadounidense.

Corresponsal en el centeno: Mariño González

Para cocinar y ver: Tortilla de patata líquida

 

Para la Cebolla:

-Cortar dos cebollas medianas en juliana lo mas fino posible.

-Pochar la cebolla a fuego lento en una cazuela con aceite de oliva (tiene que quedar oscura).

-Poner a punto de sal.

 

Para la espuma caliente de patata:

-Pelar 250 g de patata, cortar en trozos, poner en una cazuela cubierta de agua y cocerlas, guardando el agua de cocción.

-Triturar bien los 250 g de patata hervida con un decilitro de agua de hervir las patatas. Añadir una cucharada de nata, volver a triturar, añadir tres cucharadas de aceite de oliva, poner a punto de sal y añadir una pizca de pimienta.

-Colar el puré de patatas, llenar un sifón de ½ litro (dejando ¼ parte vacía).

-Cargar el sifón de espuma con una carga de aire y reservar.

-Antes de que lleguen los invitados mantener el sifón con la espuma en un baño maría sin que llegue a hervir el agua.

 

 Thomas Demand

 

Para el sabayón:

-Emulsionar dos yemas de huevo con dos cucharadas de agua caliente batiendo enérgicamente hasta que se monte.

 

Montaje:

-Justo antes de servir la tortilla colocar un poco de cebolla en el fondo de la copa (también puede presentarse en una taza, vaso o un cuenco).

-Poner encima un poco de sabayón (las yemas de huevo).

-Por ultimo aplicar despacio la espuma de patata caliente para que no se mezclen las tres capas. Si es necesario se puede sacar un poco de aire del sifón, poniéndolo boca arriba, tapando con un paño y apretando suavemente.

 

 

Receta: De Ferran Adrià, El Bulli, en honor al cierre de su restaurante durante 2012 y 2013 anunciado ayer en el Congreso Madrid Fusión. El padrino de la cocina molecular, para muchos “El Duchamp” de la cocina, tendrá tiempo para re-revolucionar las gastronomía.

 

Imagen: “Kitchen” de Thomas Demand, fechada en 2004. El fotógrafo contemporáneo alemán que contradice la veracidad de sus imágenes mediante su alevosa construcción…

 

Exotismo en apps para iPhone

Extraño, fue lo primero que pensé con algunas aplicaciones para iPhone que conocí hoy. Se trata de ejercicios, ya sea para promover personalidades o para ganar dinero, que me parecen, por decir lo menos, inútiles.

Unas son las creadas por el mexicano Ricardo Reyes: libros —la mayoría de dominio público— llevados al iPhone. Interesante como idea de negocio, pues requiere un esfuerzo mínimo: desarrollar la primera versión de la app para después presentarla con distintos contenidos y cobrar por cada uno. Lo demás es ganancia, si consideramos que vende las obras en precios de 0.99 a 1.99 dólares en la AppStore de Apple.

La idea de Reyes parece un juego cazabobos, donde este desarrollador pone a disposición del público obras que se encuentran en otras apps o sitios de manera gratuita y mejor, como Stanza, el Proyecto Gutenberg o la Biblioteca Cervantes. “Todo suma”, me dijo un día un impresor y podría ser una frase que aplique para Reyes: quien caiga es bueno.

Con las apps de Reyes, los incautos puede descargarse a su iPhone clásicos como La Odisea de Homero por 1.99 dólares o La Iliada, por 0.99, libros que se encuentran de manera gratuita en otros servicios. Curioso es que se encuentre a disposición, por ejemplo, A Sangre Fría, de Truman Capote, una obra con copyright, y más curioso es que Apple la haya dejado pasar.

Las otras apps que conocí fueron una total sorpresa: desarrollos exclusivos para la promoción de personas, como Brian Solis, quien se define a sí mismo como “arquitecto social” y “líder”. Solis, quien regala su app para iPhone, se ofrece como un salvador de los nuevos medios:

Sus libros, su blog, su selección digital y sus comentarios están diseñados para ayudarte a descubrir las respuestas que necesitas para destacar.

Eso dice. Lo juro. Yo sólo traduje.

Se trata de apps que ofrecen las actualizaciones más recientes en los productos del personaje en cuestión, como tweets, blog posts, agenda de conferencias, selección musical y, lo mejor, un muro para que los fans expresen sus sentimientos.

Otros que andan por el estilo son Brett Petersel, Tim Ferriss y Mark Leonard, cuyas apps aparecen entre los productos relacionados de la AppStore, en la categoría “Estilo de vida”.

Literalmente: cosas de la vida real.

El reporte anual de Wikipedia

Hoy me llegó un correo de la Wikimedia Foundation, la organización responsable de Wikipedia, avisando que se ha concluido y puesto en línea su segundo reporte anual, que comprende del 1 de julio de 2008 al 30 de junio de 2009.

Les comparto el correo y liga al documento, en PDF, que vale la pena por tratarse de la enciclopedia más voluminosa que haya concebido el hombre y que en 2009 recibió más de 8 millones de dólares de más de 230 mil donantes del mundo.

Dear Jose,

Earlier this month, we completed the most successful fundraiser in the history of Wikipedia. In total, we received more than USD 8 million from over 230,000 donors. Thank you so much for your generosity.

We’re also grateful to our foundation supporters this year, including the Alfred P. Sloan Foundation, Omidyar Network, Stanton Foundation, and the William and Flora Hewlett Foundation, and the Ford Foundation.

This was the most successful fundraiser for our international chapter organizations, who received more than USD 1.8 million in donations. Our chapters support Wikimedia’s work on the ground in 27 countries or regions, and are our partners in many international projects.

Today, I am very pleased to share with you our Annual Report for the time period of July 1, 2008 to June 30, 2009. During that time:

* Wikipedia and its sister projects grew by 1.6 billion words and 1.8 million media files.
* We expanded our global readership to more than 300 million visitors per month.
* We launched initiatives to substantially improve Wikipedia’s ease of use.
* We continued to invest in operations infrastructure and innovative technologies.
* We began developing new partnerships to increase Wikipedia’s quality.

For details, I encourage you to review our Annual Report, which also includes our audited financials:

http://wikimediafoundation.org/wiki/Annual_Report

Wikimedia is a unique global movement to share the world’s knowledge, to deepen our understanding of the world and each other. Thank you again for being part of our story.

Sue Gardner
Executive Director, Wikimedia Foundation

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* To donate: http://donate.wikipedia.org
* Wikimedia Blog: http://blog.wikimedia.org
* Technology Blog: http://techblog.wikimedia.org
* Financial information: http://wikimediafoundation.org/wiki/Financial_reports

El disparo de Cabañas

Un extraño sino persigue a este espacio, de modo que siempre llegamos tarde a las notas importantes. Ni hablar, lo aceptamos y actuamos en consecuencia. Así pues, con un día de retraso posteamos algo que comenzó a causar consternación desde muy temprana hora de ayer: el disparo que le dieron a Salvador Cabañas, flamanate e implacable atacante del América y que ha dado de qué hablar no sólo en México, sino allende las fronteras.

A esta hora la información ha corrido como agua. Basta teclear Salvador Cabañas en Google para encontrar cientos —quizá miles— de entradas que hablan sobre el tema. Detrás de los informes minuto a minuto y los reportes y las semblanzas y los videos de sus mejores goles y demás,  la pregunta sigue siendo la misma: ¿qué pasa? ¿a dónde hemos llegado?

Hay puritanos que se alarman de que Salvador anduviera de fiesta a esas horas de la noche, una mera manera de evadir el tema de fondo: la inseguridad. Si el güey quiere aventarse una orgía es libre de hacerlo. Y tiene derecho a hacerlo con todas las garantías de seguridad. A Cabañas le pagan por jugar —y vaya que lo hace: 123 goles en México lo avalan—, no por portarse bien ni ser un ejemplo para la juventud. Lo que le pasó la madrugada del lunes nos deja una pregunta volando: ¿cuándo le tocará a un amigo, vecino, pariente? La respuesta alarma porque, al no ser figuras del fútbol —o de la farándula o de la política— seguramente cuando pase nadie se enterará.

Desde su llegada a México para jugar en los Jaguares de Chiapas, Cabañas se distinguió por ser un jugador de esos que se agradece hayan venido. Alejado de los desmadres, metió cuantos goles quizo de las formas que se le antojaron. Su calidad fue aval suficiente para que emigrara al América. Y mientras muchos jugadores que lucen en un equipo desaparecen en otro, Salvador mantuvo —e incluso incrementó— su nivel. Pronto se convirtió en ídolo y en uno de los mejores jugadores de la liga nacional.

Todo el párrafo anterior está en pasado. Y es que, optimismos aparte, seguramente Cabañas se enfrentó, precoz e intempestivamente, con el retiro. Nadie sabe cómo va a quedar después del disparo. Pero está por cumplir 30 años, y en el fútbol esa edad es el punto de partida para que un jugador comience a declinar en su cualidades. Hay excepciones, claro, pero las excepciones sólo confirman las reglas. Seguramente se perderá el Mundial y difícilmente podrá volver a pisar una cancha. Nadie sabe.

Cierro el post con una frase del médico Ernesto Martínez Duhart,  el neurólogo que operó a Salvador Cabañas, quien es franco. La cita la vimos en Mediotiempo. Dice:

«Salvador ha mostrado cambios muy favorables, y decimos muy favorables porque el cambio principal es que no se ha deteriorado más […] la situación es favorable, pero hay que esperar, sigue estando grave, no ha pasado la gravedad, pero tenemos todavía que vigilarlo estrechamente»

Ojalá la libre.

Periodismo pornográfico

samanta-villar-porno

“Samanta ni hace felaciones, ni es penetrada analmente, ni siquiera gime y se queda en pelotas. Al menos en pantalla. Es más, va de monjita: “Me está empezando a dar asco el oler a condón y a sexo’, dice”.

En el blog El Descodificador han publicado un buenísimo post sobre Samanta Villar, reportera y presentadora de Cuatro de la televisión española, quien prometió sumergirse a la industria del porno para practicar las bellas artes del mete-saca al extremo. Y nada.

Samanta Villar pretende hacer un periodismo de inmersión, a la manera de Günter Wallraff o Elizabeth Jane Cochran, mejor conocida como Nelly Bly, pero según la relatoría de El Descodificador: el ejercicio terminó en un exceso de pantomima y estupidez. Vale la pena leerlo.

Collage Pipenta: letras de Goeritz endulzadas con un Corinth

El arte oración contra el arte mierda

L’art priere contre l’art merde

1960

 

Comprendan que se trata de la lucha del ARTE-ORACIÓN contra el arte-mierda. Presten atención:

 

el arte mierda es el truco;

la moda del instante,

es el erotismo fastidioso e impotente,

la propaganda fastidiosa del surrealismo

intelectual y materialista,

el egocentrismo consciente y subconsciente,

el expresionismo gratuito –figurativo o abstracto–,

la broma dizque “profunda”,

la lógica y el espíritu sofisticado,

el funcionalismo vulgar,

el racionalismo pretencioso,

la autodestrucción mecánica o individual,

la luna conquistada,

el cálculo decorativo,

es toda la pornografía divertida y caótica

del individualismo,

la glorificación del ego,

la crueldad, la vanidad, la ambición,

la violencia,

el “bluff”

y la –mierda misma.

 

 Lovis Corinth

 

 

EL ARTE ORACIÓN ¡es todo lo contrario!

Es la pirámide

la catedral,

el ideal,

el amor místico o humano,

la abundancia del corazón,

la imagen de la nada y del todo,

la lucha contra el ego y en pro de Dios,

la rebelión del DADÁ contra la incredulidad,

el sol nunca alcanzado,

la crucifixión de la vanidad y de la ambición,

la ley interior de la fe,

la forma y el color como expresión de adoración,

lo monocromático expresando lo metafísico,

la experiencia emocional,

la línea, que con su modestia crea el

mundo de la fantasía espiritual,

la irracional y absurda belleza del canto gregoriano,

el servicio y la entrega absolutas:

ése es el arte

ésa es la ORACIÓN

 

Desde hace algunos años, nos perseguimos con artificiosidades del arte-mierda que se encuentra en galerías oficiales y particulares, en casas elegantes y en museos.

 

Texto: de Mathias Goeritz. Manifiesto distribuido durante su exposición La pyramide mexicaine en París, exhibida en la Galerie Iris Clert, del 10 al 27 de mayo de 1960.

Imagen: de Lovis Corinth (1858-1925 nacido en Tapiau, al este de Prusia). Pieza: “Porträt des Malers Eugène Gorge” de 1884, óleo sobre tela. Se agradece el descubrimiento del increíble pintor a uno de sus fanáticos, otro gran artista visual y vecino de la Colonia Escandón en ciudad de México.