Swinger clubbing

El himno de Iggy Pop parece la banda sonora del recorrido: “Nightclubbing, we’re nightclubbing, we’re what’s happening, we’re an ice machine, we see people brand new people, they’re something to see”. Es el club swinger Louvre de Guadalajara, donde las expectativas desaparecen y sólo queda espacio para la sorpresa.

El bar ofrece un espectáculo travesti (12, 2 y 4 am), videos musicales y películas para estimular a los visitantes. Cuenta con una recámara para parejas heterosexuales, donde se puede ser una máquina de follar o un simple voyeur; en el salón para tríos (o multitudes), todos están invitados a hacer y deshacer. Aunque la diversión no se encuentra sólo en los cubículos: la pista es un hervidero que apenas se alcanza a refrenar.

El Louvre (Madero 676, esquina Federalismo, Centro Histórico, louvre_swingerclub@yahoo.com.mx) es un viejo caserón que se ha utilizado incluso como foro para tocadas de punk. Ahora, en su modalidad swinger, está cumpliendo diez años de vida. Adentro no se permiten teléfonos celulares ni cámaras fotográficas, por eso ilustramos con una obra de Fabrizio Musa inspirada en Eyes wide shut, la cinta donde Stanley Kubrick inspecciona las motivaciones del intercambio de parejas.

Actualización (4.22.2007): Entrevista con Mr. JAT, estrella del rap y dueño del Louvre.

Victoria’s Secret es el demonio

En Nueva York se gesta una cruzada contra los catálogos de Victoria’s Secret, esos pequeños y lúbricos impresos poblados de sensualidad, pasiones y fantasías. La encabezan el reverendo Billy y su Iglesia Contra las Compras, convencidos de que en la producción de las revistas se emplean millones de árboles del bosque boreal canadiense: “Victoria’s Secret is devil”. Un vocero de la tienda, citado por el semanario The Village Voice, negó la versión y aseguró que los catálogos se producen con papel reciclado.
Este agosto, la iglesia abrió temporada en el bar Spiegeltent, a unos metros del puente de Brooklyn y vecino de una sucursal de Victoria’s Secret en el centro comercial Seaport. Se trata de un espectáculo donde, con gospel y arengas globalifóbicas, 30 coristas exorcizan a los poseedores de tarjetas de crédito, oran por la desaparición de Wal-Mart, Starbucks y Home Depot y salvan las almas de quienes gustan de Disneylandia.
A mediados de agosto, aprovechando la cercanía de la sucursal de Victoria’s Secret, los coristas salieron a las calles para denunciar las barbaridades a las que contribuyen los cuerpos perversos de Heidi Klum, Laetitia Casta, Naomi Campbell y las brasileñas Adriana Lima y Gisele Bundchen, entre muchas otras diabólicas top models.
En la imagen, original de Fred Askew de The Village Voice, aparece el corista Donald Gallagher, luciendo un combinado azul bastante ecológico durante la manifestación.

La sabiduría del conejo

“Si no ves el humor en el sexo, no ves su humanidad. Van mano a mano”. Quien así habla no es un terapeuta sexual, ni mucho menos un autor de libros de autoayuda. Estamos ante las reflexiones de uno de los hombres más influyentes del siglo XX en cuanto al entretenimiento para adultos se refiere. Hugh Hefner fundó la revista Playboy a principios de los años cincuenta y le regaló al hombre de clase media un mundo poblado de conejitas y fantasías húmedas que volvían la vida más interesante. La Mansión Playboy y sus fiestas licenciosas han estado en el imaginario de diversas generaciones que convirtieron los martinis y las pijamas de seda en su estandarte. A sus 80 años de edad, el rey Hefner sigue en perfecta forma y gracias al viagra tiene sexo todos los días. Es, sin duda, uno de los hombres que más mujeres ha llevado a su cama, pero lo que hay que reconocerle es que nunca ha sido egoísta, sino que ha utilizado esa experiencia para conducir con maestría el emporio que aún dirige. No conforme con eso, entregó una especie de legado-manifiesto en su Hef´s little black book (Harper Collins, 2004), en el que habla de todo: desde tips para enamorar a las chicas, pasando por la organización de la fiesta perfecta, hasta muy útiles consejos de alcoba. Una memoria escrita con sabiduría que debe convertirse, literalmente, en el libro de cabecera de cualquier tipo de hombre: solteros, casados, separados, desesperados, enamorados… El Gran Conejo pasó por todo eso, y vivió para contarlo.

Una chispa descafeinada

Carl Johnson debe estar furioso con los publicistas de Coca Cola, quienes este agosto pusieron en circulación un nuevo episodio de su campaña The Coke side of life, que tiene un extremo parecido con las aventuras del joven afroamericano residente en Los Santos.

CJ es peligroso, roba, asesina, conduce a alta velocidad, enfrenta a policías, causa desorden en las calles. CJ es el ídolo de miles de aficionados a los videojuegos y protagoniza el capítulo San Andreas de la trilogía Grand Theft Auto, la saga más popular de Rockstar Games (The Warriors, Red Dead Revolver, Midnight Club).

Aunque el comercial de Coca Cola imita algunas de las acciones de CJ en las calles de Los Santos y otras localidades de San Andreas, en la pieza promocional del refresco se presenta a un protagonista paradójicamente descafeinado, blanco y quien, en lugar de buscarse el respeto entre los mafiosos de la zona, se dedica a construir el bien.

Mientras Los Santos está poblado de afroamericanos, Coca Cola apenas presenta cuatro en su comercial (hasta el trovador vagabundo es blanco). Mientras en el videojuego se aumenta la puntuación a partir del número de muertos, en el idílico comercial de Coca Cola hay arco iris, felicidad y cordialidad. Sin duda, la chispa del refresco más consumido en el mundo.

La vida de los cadáveres

“Durante siglos, los cirujanos compartieron rango con los barberos”, escribe la periodista estadounidense Mary Roach en su libro Stiff. The curious lives of human cadavers (Norton, 2003). Esta frase es un buen ejemplo del humor negro con el que aborda, a lo largo de 301 páginas, temas tan inquietantes como accidentes de avión, pruebas de impacto en automóviles, canibalismo y extraños experimentos para trasplantar cabezas humanas. Su ironía, sumada a un notable trabajo de investigación, da como resultado una obra periodística que no puede dejar de leerse a pesar de los vuelcos en el estómago que puede llegar a provocar (el capítulo dedicado a los remedios médicos de la antigüedad, que incluyen momias comestibles, es especialmente escalofriante). La pluma de Roach es hábil y atrapa a la hora de describir situaciones repulsivas, como cuando visita el jardín de una universidad consagrado al estudio de la entomología forense, en el que se pudren diversos cadáveres con el objetivo de analizar la fauna que los invade. “Es difícil explicar con palabras el olor de un humano descomponiéndose”, escribe Roach. “Es denso y empalagoso, dulce pero no dulce como son las flores. Es algo a medio camino entre fruta podrida y carne podrida”. Stiff ilustra, divierte, estremece. Los cadáveres tienen vida, ¿quién lo hubiera pensado?

Animal tropical

“A ninguno le molestaba la suciedad del otro. Ella tenía un chocho un poco agrio y el culo apestoso a mierda. Él tenía una nata blanca y fétida entre la cabeza del rabo y el pellejo que la rodeaba. Ambos olían a grajo en las axilas, a ratas muertas en los pies, y sudaban. Todo eso los excitaba”.
La cita proviene de El Rey de La Habana, la novela donde Pedro Juan Gutiérrez narra las desventuras del pícaro Reynaldo, refugiado en el submundo cubano debido a una acusación en su contra por la muerte de su madre y su hermano.
Gutiérrez (Matanzas, 1950) es un animal tropical. Posee una imaginación desbordante para generar atmósferas decadentes y llenas de miseria. Su fuente de inspiración es La Habana y la provincia cubana; modelos de degradación y desencanto. Después de 26 años de ejercer el periodismo, renunció y se dedicó enteramente a escribir una descarnada biografía de Cuba.
Es pornográfico, violento, autorreferencial. Es poeta, ensayista, novelista, cuentista, pintor. Fue fabricante de helados, cabo raso, albañil, locutor de radio, dirigente sindical. Sus libros, por supuesto, se leen mucho más en el extranjero que en la isla. Él reside en La Habana, en la azotea de un viejo edificio.

La garganta profunda

Dentro de la gran garganta, ¿qué se puede encontrar? ¿La felicidad, el augurio, la desilusión? Fenton Bailey y Randy Barbato se aventuraron a encontrar la respuesta: una vida llena de contradicciones; de idas y venidas, literalmente. Ellos realizaron el documental sobre Linda Lovelace, la primera estrella del cine porno. Después de Deep Throat vino el diluvio. Punto. Bailey y Barbato reconstruyen una historia marcada por la desgracia: la vida de Lovelace, quien tras brillar en el celuloide húmedo renunció a su linaje y se dedicó a dar conferencias en contra de la pornografía. Se trata de un documental impecable que explora el tiempo y el contexto de Deep Throat, marcado por la censura del presidente Nixon. La vida familiar, los amigos, el entorno social; Deep Throat como punto de partida. Y a partir de ahí, el resto.

Diarios íntimos

“Tenía la vulva como a mí me gusta, bien carnosa”, describe Bruna Surfistinha uno de sus tantos encuentros con mujeres en clubs swingers de São Paulo, durante sus años como prostituta free lance. Surfistinha forma parte del boom de mujeres que llevan al papel sus historias íntimas, sus encuentros pasionales, sus currículos sexuales.
Todo comenzó con La vida sexual de Catherine M. (2001), donde la francesa Catherine Millet relataba sus encuentros amorosos. Después vinieron la china Wei Hui (Shangai baby) y la italiana Melissa P (Cien cepilladas antes de dormir). Y el mundo se arrodilló ante las confesiones sexuales de jovencitas precoces.
Lo más reciente corresponde a la brasileña Raquel Pacheco, Surfistinha, quien comenzó con un blog y pronto, ante la popularidad, pasó al material impreso. En El dulce veneno del escorpión relata sus años familiares, su ingreso a la prostitución, sus “habilidades” sexuales y hasta brinda consejos. Es un libro entretenido, con una eficaz fórmula para atraer lectores lúbricos.

La vida es bella

La anécdota de la cinta Nine songs es sencilla: una pareja en Londres pasa el tiempo follando y asistiendo a conciertos de rock. En sus ratos libres, trabaja: ella como mesera, él como documentalista. De fondo y sobre el escenario: Franz Ferdinand, Black Rebel Motorcycle Club, Primal Scream, The Bon Vondies, The Dandy Warhols.
Ella es Lisa (Margo Stilley); él es Matt (Kieran O’Brien). Juntos forman una pareja extremadamente cachonda, que inspecciona las grutas del placer sexual. Michael Winterbottom (24 hour party people, Welcome to Sarajevo) no se tienta el músculo de la moral y, como expresó en las entrevistas de presentación de la película, su cinta explora la intimidad de una pareja sin la intención de crear porno duro. Aunque parezca. Y aunque las conciencias frágiles den frentazos a las paredes.
Winterbottom tiene el acierto de retratar la escena rocanrolera londinense, de llevar al espectador a las salas donde palpita el rock del nuevo siglo, y se infiltra en la recámara de un par de jóvenes sin inhibiciones a la hora de jugar al amor. Una película para ver en soledad o en compañía.

El mundo de las entrañas


Desde la época del Renacimiento, cuando se realizaban disecciones públicas en anfiteatros de universidades como la de Bolonia, el interés por abrir una ventana al interior del cuerpo humano y observar su funcionamiento ha ido in crescendo. Con el paso de los siglos, el perfeccionamiento de las técnicas de conservación de cadáveres no sólo ha facilitado el desarrollo de la anatomía sino que ha alcanzado niveles artísticos.
El más claro ejemplo es el polémico doctor alemán Gunther Von Hagens, creador de la plastinación, que ha convertido la exhibición de cadáveres en muestras que le dan la vuelta al mundo con enorme asistencia de público.
El Foro Polanco de la Ciudad de México alberga desde marzo pasado (ya son cinco meses de éxito) una exposición inspirada en el trabajo de Von Hagens. El cuerpo humano real y fascinante resulta tan impactante como reveladora. Mezcla de paseo didáctico y museo de los horrores, de curso de ciencias naturales y performance conceptual, muestra crudamente los complejos mecanismos de esa maravillosa maquinaria que es el cuerpo humano, pero también sus miserias y enfermedades. Mirar cada “modelo” es mirar un espejo inquietante: vísceras somos y en vísceras nos convertiremos.