Cuidado con las burbujas

Algo burbujea en la red y todos quieren meterle dedo. Y no precisamente como usuarios de servicios en línea, sino como aspirantes a empresarios web. La situación me recuerda la burbuja de las punto com —el derrumbe económico en internet de hace siete años—, aunque con suficientes filones para el optimismo.

La generación de nuevas tecnologías, que permiten la diversificación e integración de servicios, ha propiciado una imagen de la red como panacea de prácticamente todas las áreas de la comunicación y el entretenimiento. Este año se confirmaron al menos tres argumentos que los académicos esgrimieron hace siete años: la colaboración para generar contenidos en línea (con la Wikipedia como estandarte); la fuga de lectores de las cabeceras formales (¿quién quiere leer sobre tal cosa si la puede verificar por sí mismo?), y la emergencia de nuevos comunicadores, la mayoría sin formación en periodismo o afines.

Como hace siete años, los sitios se cotizan a precios elevadísimos, sin que a ciencia cierta se conozca la salud de la economía web. Algunos le han atinado: YouTube, adquirido por Google en 1,650 millones de dólares; MySpace, comprado por News Corporation en 580 millones de dólares, y Facebook, con una inversión de 240 millones de dólares, equivalentes a 1.6 por ciento de la empresa, de parte de Microsoft. Pero la mayoría se cotiza a precios escandalosos, incluso sin credenciales que los sitúen como imperdibles.

A diferencia del año 2000, el ecosistema es otro: las conexiones son más populares, más rápidas y de menor costo; existe una generación de usuarios educada con tecnología (celulares, reproductores de MP3 portátiles, mayor acceso a equipos de cómputo y mejor conocimiento para emplearlos). A corto plazo se avecina una revolución en el acceso a la red desde dispositivos móviles: el iPhone de Apple es un claro ejemplo, también está el N95 de Nokia y la masificación de los BlackBerry.

La red burbujea. Falta un reacomodo —y descarte— de las piezas del tablero, como hace siete años. Falta definir las fórmulas de negocio. No hay que verla como panacea, sino como un espacio donde estaremos todos: algunos serán jugadores, otros usuarios. De otra forma, muchos dedos se van a quemar otra vez.