Nacidos para espantarnos

“Según la consultora Booz Allen, a los 20 años los chicos de la generación tech habrán pasado unas diez mil horas jugando a videogames, habrán mandado y/o recibido unos 200 mil mails y/o sms, y habrán usado diez mil horas más hablando o jugando con sus celulares”. Esta información es del reportaje “Nacidos para clickear”, publicado en Clarín el 1 de abril. Más allá de los nombres propios, ¿cuántas palabras le son desconocidas?
La reportera María Arce entrevistó a diez adolescentes de entre 12 y 18 años: todos son de Buenos Aires, todos son cibernautas profesionales, todos tienen celular y reproductores de mp3, todos bajan música de internet, la mayoría actualiza un fotolog (una página para subir fotografías de sus fiestas, sus amigos o lo que sea).
Siempre veo a esas generaciones con recelo: nacieron con internet y cuando creo que he dado un paso adelante, salen a recordarme que en tecnología no los voy a superar (aunque en realidad no quiero perder mi estatus de neófito digital).
No sé si el dato de Booz Allen aplique en sus casos, pero el año pasado estuvieron en Público dos practicantes de la Univa, Marcela y Diego, de 20 años. Hicieron perfiles para Público en Privado: ella, de Manuel Uribe, un regiomontano que pesaba 500 kilos; Diego, de Sebastián Estevanez, el Mauro Mendoza de Amor en custodia.
La brecha generacional era evidente: mi lógica en internet estaba basada en cabeceras formales (prensa, instituciones públicas); para ellos, las fuentes incluían blogs, foros y fotologs. En el caso de Estevanez, TV Azteca no tenía su perfil y en la prensa argentina la información era mínima. Pero Diego encontró los datos, la mayoría publicados por fans del actor argentino. A un año, las páginas sobre Estevanez se han multiplicado.
Regreso al reportaje: Pablo tiene 16 años y en “Nacidos para clickear” habló de política, derechos humanos y legislaciones: “Por lo menos por un día que todos los países se quiten la máscara”. Lee libros en internet mientras escucha música, crea juegos en 2D y 3D o navega, “todo lo que hace todo el mundo […] Siempre estoy conectado”. ¿Cuántos jóvenes mexicanos viven una situación similar? Quizá lo que más me espanta es que vengan a quitarme la chamba.

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