El lamento de los replicantes

“He visto cosas que ustedes los humanos ni imaginan (…) Y todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia”, le dice el replicante Roy Batty (Rutger Hauer) a Rick Deckard (Harrison Ford), antes de morir con una paloma en las manos, en una de las escenas más hermosas del cine de los ochenta. Veinticinco años después, Blade Runner ha dejado de ser un filme de culto y se ha convertido en un clásico de la ciencia ficción. Curiosamente, su director, Ridley Scott, no la considera una pieza acabada, y Balde Runner, The Final Cut se estrenará el próximo 1 de septiembre, durante el Festival de Cine de Venecia, donde se verán escenas nuevas.
En 1982, tres meses antes del estreno de Blade Runner, murió Philip K. Dick, el autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, novela en la que se inspira la cinta. Y aunque hay muchas diferencias en la adaptación, algunas de las preocupaciones centrales de Dick están presentes a lo largo del filme: hombres que no saben que se buscan a sí mismos, corporaciones que todo lo dominan y amenazan, y la paranoia como defensa en un mundo hipertecnologizado.
Si en la novela hay un profundo trasfondo religioso –-como en buena parte de la obra de Dick–, en la película los replicantes buscan a su “padre”, a su creador, para reclamarle que los haya fabricado con fecha de caducidad. Por eso el lamento final de Batty es tan conmovedor: no importa que hayas visto naves de combate ardiendo en el hombro de Orión. Aunque seas una réplica nada, ni siquiera tu Dios, puede salvarte de esa condición tan terrenal que es la muerte. Lo dice claramente el agente Gaff (Edward James Olmos), cuando Deckard comprende que la bella Rachel (Sean Young) es también una replicante: “Es una lástima que no sobreviva pero, ¿quién lo logra?” De eso trata Blade Runner: de la imposibilidad de sobrevivir en un mundo donde la supervivencia es el único objetivo. ¿Suena familiar?

El tráiler de Blade Runner, The Final Cut puede checarse aquí.