Google y las bibliotecas

Recupero este artículo de Héctor Aguilar Camín publicado en Milenio. Es una reseña de un reportaje publicado en The New Yorker (aquí el texto original).

Bibliotecas sin papel

He leído en The New Yorker (Feb. 5, 2007) el enloquecedor relato de Jeffrey Toobin sobre lo que Google está haciendo con los libros de las mayores bibliotecas de Estados Unidos: los está copiando todos, libro por libro, haciéndolos legibles línea por línea para cualquier lector, en cualquier computadora, desde cualquier parte del mundo.
Los está organizando también para su lectura como nadie antes. En la biblioteca virtual de Google, ilustra Toobin, “puede dársele entrada a una palabra o una frase, digamos Ahab y la ballena, y la búsqueda regresa una lista de libros en los que esos términos aparecen, en este caso cerca de ochocientos títulos, incluyendo varias ediciones de la novela de Herman Meville. Si se pide Moby Dick o La Ballena, el buscador remite al capítulo 29 de MobyDick donde aparece por primera vez en la novela el capitán Ahab. Se puede navegar por el capítulo, buscar otros términos del libro y comparar distintas ediciones”.
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¿Cuántos libros hay? El catálogo más abundante, dice Toobin, es el de la base de datos WorldCat que registra 32 millones de títulos en más de 25 mil bibliotecas de todo el mundo.
“Podríamos copiarlos todos en unos diez años”, dijo a Toobin la vicepresidenta de Google, Marissa Meyer.
Paren las prensas: ¡Todos los libros del mundo, copiados, accesibles y navegables para cualquiera, desde cualquier computadora, en el curso de la próxima década!
Google copia digitalmente decenas de miles de libros a la semana de Harvard, Oxford, Stanford, Michigan y la biblioteca pública de Nueva York. La fundación Carnegie Mellon ha digitalizado cerca de un millón y medio de libros en su proyecto Universal Library. Y se ha puesto en marcha el Open Content Alliance (Alianza de Contenidos Abiertos) que agrupa a Microsoft, Yahoo y varias grandes bibliotecas de Estados Unidos.
Hacia Google y sus escáners, más que a sus humedades y pasarelas, debería mirar la Biblioteca José Vasconcelos, junto con la red de bibliotecas públicas del país, sin exceptuar ninguna.