Tres autores distintos y una sola lectura verdadera

Todos a leer

La Unesco, organismo al que le gusta instituir días mundiales de todoloqueselesocurra, decretó en 1995 que el 23 de abril era el Día Mundial del Libro. Y así ha venido siendo desde entonces. En Guadalajara, la Feria Internacional del Libro —que se precia de ser la más importante en habla española del mundo mundial— celebra la fecha con una lectura martónica, a la que la gente se suma de buen grado.

La dinámica es la siguiente: la FIL propone tres libros de tres autores diferentes. Luego comienza una campaña en la que todos los interesados votan para elegir qué libro leer. Una vez elegido el volumen, se convoca a una lectura en voz alta para el 23 de abril en la que pueden participar todos los civiles, lectura que se adereza con la presencia de futbolistas, escritores, músicos y más de algún político colado.

Pues bien, los candidatos de este año son:

JD Salinger. Escritor estadunidense célebre por dos cosas: mandar a la chingada a la fama, reculyéndose en un retiro voluntario en un pueblo perdido de los Estados Unidos, y por su obra El guardián entre el centeno, una de las novelas más importantes del siglo XX y que es la propuesta para la lectura del 23 de abril. A su favor tiene el hecho de que su muerte está muy reciente (27 de enero de 2010). Bueno, en realidad a su favor tiene su libro, su fama y su prestigio. Lo otro es coyuntural.

*     *      *

Oscar Wilde. Ídolo de las huestes homosexuales, ganó un lugar en las letras gracias a una producción literaria que lo mismo tocó el teatro que la narrativa y la poesía. La FIL propone la lectura de El retrato de Dorian Gray, novela que cuenta la historia aquella en la que Gray es inmortalizado, litearlmente, en un retrato. Este libro es considerado un clásico para los lectores del género de terror gótico. Y también para todos los lectores.

*      *     *

Jorge Ibargüengoitia. Mexicano como el que más, el escritor guanajuatense es considerado un clásico de la literatura nacional. De Ibargüengoitia se dicen muchas cosas, pero casi todas coinciden en una: la mezcla de humor negro que distingue su obra literaria y que le sirvió para repasar, como pocos, pasajes de la historia nacional. La FIL propone Los relámpagos de agosto, una fina y ácida parodia de la Revolución Mexicana. Pero también podrían escoger Los pasos de López —inspirada en la Independencia—, Las muertas —basada en la historia de Las Poquianchis— o cualquiera otro de sus libros.

*     *     *

Hay dos formas de votar: una, en cualquiera de las urnas que se colocarán en librerías, museso y bibliotecas de Guadalajara. La otra, a través del sitio web de la FIL (pinche aquí). El libro elegido será dado a conocer el 15 de marzo y a partir de ese día quedarán abiertas las inscripciones para quien quiera leer en voz alta el 23 de abril. A quienes lean, al menos en Guadalajara, les regalarán el libro en cuestión y una rosa, siguiendo la tradición catalana de St. Jordi.

Contrario a su costumbre de anular sus votos, el Turco Viejo ya votó. Y votó por Jorge Ibargüengoitia. Terco que es, el administrador de este congal —a.k.a. Dr. Maligno— está empeñado en votar por Salinger.

¿Ustedes por quién van a votar?

El post lo inventó el Turco Viejo. ¿Las fotos? De aquí, de allá y de acullá.

«Siempre se regresa a la infancia»: Tedi López

Tedi Lopez Mills

Hay muchas maneras para festejar un premio literario. Tedi López Mills, por ejemplo, celebró el Xavier Villaurrutia estrenando un libro. Eso sí, aclara: “Fue una sorpresa de lo más agradable. Todo estaba planeado para presentar el libro en enero, y entonces salió lo del premio y todo fue una sorpresa gratísima. Es un libro lleno de coincidencias maravillosas”.

El volumen en cuestión es Muerte en la rúa Augusta, editado por el sello Almadía y que presenta una historia que, explica López Mills, nació durante un viaje a Portugal. “Caminábamos precisamente por la rúa Augusta, en Lisboa, cuando vimos un grupo de turistas alemanes de la tercera edad. Uno de ellos cayó muerto de pronto. La escena fue dramática”. A partir de lo que vio, añade, comenzó a imaginar una vida a esa muerte que lo toco presenciar. O, dicho de otro modo, buscó hacer una reconstrucción de la vida de ese personaje.

Así nació la historia de Gordon, un hombre que de buenas a primeras enloquece, es sacado por la fuerza de su oficina y queda encerrado en los laberintos de su mente. Fascinado por los jardines y las albercas, el protagonista comienza a crear mundos ideales en pequeñas libretas, siempre asesorado por Anónimo, un personaje con el que establece una relación de amor-odio-dependencia que lo ayuda a sobrellevar las cosas que le pasan.

Tomando como contexto la anécdota que motivó la historia, ¿por qué dotar al protagonista de esta suerte de esquizofrenia?

Lo que sucedió con el personaje es absolutamente conjetural. Uno puede pensar que lo que le sucede es una locura, pero también se puede optar por hacer una lectura realista del poema. Puede ser que sí exista Anónimo, aunque no se sabe si dentro o fuera de la mente de Gordón. Pero como sea, es un personaje real porque incide en él.

¿Cómo fue el proceso de construcción del poema?

Ahora no podría saber cómo sucedió toda esta historia. No la planee, sino que se fue armando. Partí del personaje encerrado en un jardín, un personaje jubilado recientemente a quien le ocurre el milagro de Anónimo y el milagro del viaje. Es un personaje ordinario al que no le han pasado cosas interesantes en su vida. Además vive una extraña historia de amor con su mujer, a quien quiere más de lo que ella lo quiere; hay un amigo que es un enemigo y le está quitando a su esposa; ambos le quieren quitar su dinero.

En el libro hay una referencia constante a los jardines, las albercas y los viajes, ¿por qué?

Eso tiene que ver con los viajes de mi infancia. Mi madre era estadunidense e íbamos para allá en coche una vez al año. Viajábamos a California y eran viajes incómodos y largos. Lo que más me emocionaba eran las albercas que iba a encontrar en los moteles donde pasábamos las noches. Siempre tenía ilusión por ver qué tipo de alberca iba a haber, lo mismo que los jardines.

¿Ese regreso a la infancia lo comparte con Gordon?

Siempre se regresa a la infancia. Siempre estamos buscando esos momentos claves de nuestra niñez y, en ese sentido, la vejez es un regreso.

Aunque se trata de un poema, hay una narración en forma. ¿Por qué mezclar los géneros?

Muerte en la rúa Augusta es una novela en verso, es un poema ficción. Empecé escribiendo un cuento a cerca de la muerte del anciano alemán y se convirtió en un poema. Es la forma en la que pude llegar a lo que quería: contar versificando y viceversa. Unir dos géneros que se dan la mano y la espalda. El objetivo es que el lector se pique como lo hace con una novela, algo que no ocurre por lo general con la poesía.

¿Las ilustraciones del libro son suyas?

Es una pregunta que me hace todo el mundo. El diseñador, Alejandro Magallanes, decidió no poner su nombre. Me pidió que dijera que me había encontrado las ilustraciones, pero no puedo hacer eso. Los dibujos son de él y quedaron perfectos. Le dan cara a Gordon.

Hizo las preguntas y subió el post: Turco Viejo. La foto la tomamos de Atelier, silencios que estallan

El fútbol…

Para Pedro Ortega y Fedro Guillén,
por ponerme a pensar

Cascarita playera sin porterías. Foto: Javier Verdín/La Jornada Guerrero.

El TweetDeck se aventó uno de sus gorgoritos y en la esquina superior derecha de este monitor vertical un letrerito avisó dos cosas: que había un mensaje nuevo y  una mención. Transcribo: «RT @fedroguillen: ¿Por qué el fut es el deporte más popular del planeta? ¿ideas? // Ahí les hablan @turcoviejo @rgomezjunco». Quien  reenvió el mensaje original fue P3dr00. Y prometí que hoy pondría cartas en el asunto. Aquí van.

Lo primero que me vino a la cabeza al leer la pregunta fue otra pregunta: ¿de veras es el más popular? Una consulta rápida a San Google arrojó que en 2006 la FIFA estimaba que había 270 millones de personas que jugaban al fútbol. Más allá de esta cifra, la consulta no me sacó de dudas. Lo único que quedó claro fue que ya mucha gente se la había hecho antes antes. La respuesta más común es aquella que apela a la facilidad para jugar al fútbol. Y algo hay de eso: sólo se necesita un balón y a jugar. Los recuerdos de la primaria demuestran que para una buena cascarita ni siquiera era necesaria una pelota: un bote de Frutsi relleno con servilletas usadas era suficiente. O, ya puestos a las manualidades, una bola de papel envuelta en cinta adhesiva. ¿Porterías? Una cortina de metal, una pared que tuviera insinuado un rectángulo, un par de sudaderas —o suéteres o mochilas o botes o piedras.  Además, los pueden jugar lo mismo hombres que mujeres, juntos o por separado. Sí, es muy fácil jugar al fútbol.

Pero me desvío de la pregunta. ¿Por qué el fut es el deporte más popular del planeta? Tengo que confesar que no lo sé. Pienso, por ejemplo, en países como Estados Unidos, Venezuela o Cuba, donde el fútbol no es precisamente algo que mueva multitudes y , sin embargo, tienen selecciones que compiten —al menos las dos primeras— con muy buen nivel. Mejor ni mencionar Argentina, Brasil, Uruguay o el mismo México, por poner sólo algunos ejemplos, donde el fútbol alcanza proporciones descomunales y se le pone, incluso, por encima de cuestiones más trascendentales —»Panem et circenses«, decían los romanos. En estos países el fútbol está más allá de las canchas: despierta pasiones, alimenta iras y mueve dinero. Sí, mucho dinero.

Si bien alrededor de deportes como el fútbol americano, el béisbol y el básquetbol se mueve mucho dinero, el fútbol también hace circular cantidades que rayan en el delirio. Pienso en países como España, que tiene ligas bien consolidadas de básquetbol y de balón mano, por ejemplo, pero que mueve casi toda su mercadotecnia deportiva alrededor del Real Madrid, el Barcelona y, por supuesto, su Selección Nacional y donde las transacciones por jugadores rebasan los millones de euros. El diario As publica que el Real Madrid es el club que más ingresos genera en todo Europa.

Y así se pueden citar ejemplos en otros países: Italia con el Milán y el Inter; Argentina con River Plate y Boca Juniors; Inglaterra con el Manchester United y el Chelsea; Brasil con Santos y el Corinthians; México con Chivas y América. En todos los países hay muchos más equipos, claro, pero los aficionados de esas escuadras mueven sus filias o fobias en función de esos dos «grandes».

Aspecto de una barra brava, grupo radical de animación. Foto de: Otras Tardes (www.otrastardes.com)

Y eso nos lleva a otro punto: la identidad. El fútbol es también un asunto de identidad: nacional —con las selecciones— o regional —con los equipos. La gente se siente identificada con tales o cuales colores y se vuelve capaz de cualquier cosa. Un familiar, por ejemplo, tenía en la sala de su casa pintado, sobre el muro, el escudo del Guadalajara. Era su carta de presentación para las visitas —que, una vez instaladas, bebían y comían en trastos rojiblancos, para luego ira a dormir a camas con sábanas y colchas y fundas rayadas. Y cuando está en juego la identidad, quedan de lado muchos otros factores. Sólo así se entiende que, aun con sus pobres resultados, los seguidores del Atlas siguan a pie firme apoyando al equipo rojinegro.

Repaso todo lo que he escrito y creo que sólo es un rollo sin sentido —una «masturbación mental», diría un amigo. Creo que es una pregunta que no tiene respuesta. Los aficionados del americano, el basquet o el béisbol dirán que la principal pendejada del fútbol es que permita los empates. Y estoy de acuerdo. Aunque de inmediato vienen a mi mente recuerdos de ocasiones donde un empate fue producto de un gran partido, una remontada espectacular o una lluvia de goles de primer nivel. (Y luego aparecen miles de empates aburridísimos, que son los más). Pero, pendejada o no, no le quita lo popular.

En fin. Si han llegado hasta aquí, merecerán un aplauso. Ha sido una perorata sin argumento. Creo que, al final, la respuesta sobre el por qué de  la popularidad del fútbol no existe. Sólo entenderá la cuestión aquel que, al menos una vez en su vida, fue el héroe de un partido y que sabe a qué me refiero cuando hablo de la emoción de marcar un gol, de evitarlo, de golpear al rival y ser golpeado, de sangrar por un balonazo o hacer una jugada espectacular. Porque, de ahí en más, sólo encuentro un argumento en la frase que hiciera célebre el célebre Jorge Valdano: «El fútbol es lo más importante entre las cosas menos importantes». Pero tampoco les sabría decir muy bien por qué.

Las Vergaras Rayadas del Guadalajara

Tomamos este cartón de Falcón, que aparece en el diario Público de Guadalajara, para ilustrar este post que habla sobre el tema sensación del momento: el revés que le dieron a Jorge Vergara al anunciarse que los derechos de comercialización de la marca Chivas no son de él, sino de la asociación civil del Club Guadalajara. Un verdadero verga… razo para el señor de los polvos mágicos.

Un poco de historia: hace siete años, Vergara le compró a varios accionistas sus paquetes de propiedad del Club Guadalajara —a.k.a. las Chivas—, con lo que se convirtió en dueño del equipo, sus propiedades y todo lo que tenga que ver con los rojiblancos. Sin embargo, hubo un grupo, comandado por Francisco Cárdenas, que no aceptó vender su parte y que desde entonces es el dolor de muelas más agudo que se haya imaginado Vergara. Lo han demandado y dado pelea en los tribunales para que les regresen lo que, dicen, es suyo por derecho. A veces ganan, muchas veces pierden. El más reciente capítulo, el que inspira este post, se lo llevó la AC.

La resolución es un chingadazo. En teoría, a partir de ayer Jorge Vergara debería pagar a la AC una cuota por el uso de Chivas. Ahí entra todo lo que se les ocurra: uniforme, logotipo, playeras, souvenires, contratos de televisión, patrocinadores, anunciantes. Decimos en teoría porque seguramente, como siempre pasa en México, habrá alguna argucia legal que le permita seguir usándolos. Y sus abogados ya trabajan en eso.

Todo lo anterior no quiere decir que Vergara vaya a regresar el equipo a la AC. Eso sí, tendrá que sentarse a negociar con su némesis, Francisco Cárdenas, que ahorita está engallado. Y si hace siete años no quiso vender su parte de las acciones, tengan por seguro que ahora, con el fallo, va a vender muy, muy, muy caro su amor. Por lo pronto,  Omijorge ha tratado de minimizar el asunto mediante comunicados. Pero va a seguir dando de qué hablar, de eso estamos seguros.

Ahora sí que a ver de qué cuero salen más correas.

Fuera de Lugar, el (video)Podcast

Logos de los equipos tapatíos. En la extrama derecha está el del extinto Oro. Quítenlo e imagínense el de los Tecos, que también son de extrema derecha

Llegó el sábado y, con él, la hora de volver a ponerse delante de la cámara para soltar pestes futboleras. La modorra y las lagañas hicieron que el Turco Viejo estuviera hoy más pendejo que nunca. Sí, leyeron bien: más pendejo. Pero bueno, el video ya está en la web y ahora lo subimos aquí, así que ya no se puede hacer nada.

El que no falla es Les Yorsch, siempre fino y puntual en los controles.

Hoy se habló de:

1. Las Chivas. Y les dejamos un consejo al final del bloque, para que lo sigan.

2. El Atlas. Junto con sus muertos vivientes: Botinelli y Zepeda.

3. Los universitarios. Léanse los Tecos y los Leones Negros, que nomás no dan una.

Provecho.

¡Echen paja!

Desde tiempos muy remotos se tiene la idea de que los brasileños se enseñan a jugar fútbol con cocos, y que por eso son tan buenos en el arte de pegarle al balón y hacer magia con él. Este video viene a demostrar que no es cierto, la estrategia es otra. Mucho más dolorosa, por supuesto: duele el pie y duele el ego.

Lo del final es un homenaje a todos aquellos que alguna vez dedicaron el tiempo del recreo a jugar el legendario Burro castigado (o  como sea que lo hayan conocido).

Ojalá se rían tanto como nos reímos nosotros.

El espejismo de las Chivas

Abre uno los periódicos y en todos lados aparece gente hablando del buen paso de las Chivas. Prende uno la tele y no hay noticiero que no mencione, al menos una vez, los cuatro triunfos al hilo del Guadalajara. Por aquí y por allá doblan las campanas anunciando el renacimiento del equipo rojiblanco. Y bueno, algo tienen de razón. Pero… ay, los pinches peros. A veces se extraña un poco de hielo en los comentaristas deportivos, para que tengan cabeza fría al hacer sus análisis. Pero ya se sabe que, a menos que sea una fiesta —o una nevada descomunal—, el hielo no vende.

No puedo dejar de ver de reojo la «buena» racha de las Chivas. Y me explico: vistos en perspectiva, los cuatro triunfos que se califican como «históricos» se decoloran un poco cuando se revisa, con hielo, a los rivales: el Toluca está batallando para encontrar el buen fútbol que perdieron desde finales del torneo anterior; los Tigres están metidos en problemas de descenso y tiene ya mucho tiempo que no son rivales serios; los Tecos… bueno, qué se puede decir de los Estudiantes que no se haya dicho ya; finalmente, el Querétaro, que hace su lucha como puede pero que, igual que Tigres, deja mucho qué desear. Por decirlo de algún modo: a las Chivas le ha tocado un calendario a modo, con rivales fáciles. En su descargo, quizá, habrá quien diga que el torneo pasado tuvieron a los mismos rivales al arranque y les fue muy mal. Cierto, pero… no parece un argumento bastante consistente.

En medio de este espejismo hay, eso sí, una realidad: Javier Hernández, a quien ya los calenturientos y efusivos llaman El Súper Chícharo. Está levantando la mano con goles para ir a Sudáfrica y ha mantenido una regularidad que ya envidian sus colegas Omar Bravo y Omar Arellano. También es cierto que se ve un equipo más ordenado, que sin embargo, reitero, no ha encontrado un verdadero rival que les plante cara pero no porque sean invencibles, sino porque, vuelvo a lo mismo, les han tocado rivales a modo.

Yo creo que el buen paso de Chivas es un espejismo. Está bien, que los aficionados y las huestes de Vergara lo disfruten y lo presuman. Pero a los «profesionales» de esto, por favor, un pedido: un poco de cabeza fría.

Fuera de Lugar, el (video)Podcast

Pues consumado está: hemos vuelto a las andadas. Esta mañana se grabó la nueva entrega del Fuera de Lugar, el Podcast. Pero como la tecnología es una hija de mala madre que no tiene palabra, problemas técnicos nos impiden subírselos en este preciso momento para que se les llenen los oídos de balones. A cambio, les traemos este video, para que puedan escuchar de una vez el contenido de la grabación. En cuanto esté el archivo de audio, ai luego les avisamos.

Como ya es tradición, detrás de todas estas pendejadas y poniendo orden en la sala estuvo Les Yorsch.

Hoy hablamos de:

1. Cómo se nos acabó la primera temporada y todo lo que no pudimos comentar.

2. La Güera del Tec y una arenga a todas las nudistas del mundo a no dejarla morir sola.

3. El buen paso de las Chivas, del Chicharito y generales de los demás equipos.

Provecho.

Por cierto: en la grabación tuvimos una omisión severa: se nos olvidó anunciar que mañana, sí, mañana 7 de febrero, es el Súper Bowl. No se lo pierdan, acompáñenlo con leche y, nomás por no dejar, vamos Santos.

«La cosa es ser impuro y ético al mismo tiempo». Entrevista con Luis Camnitzer

El año pasado Robert Storr echó luz al arte contemporáneo. Y si creía que la polémica ya era suficiente desde las palabras del crítico estadunidense, entonces espere una bomba este lunes a las 20:30 horas en el Patio de los Naranjos con Luis Camnitzer, el artista, curador y crítico segundo a bordo de la Cátedra Instituto Cultural Cabañas.

El artista y curador uruguayo ofrecerá una charla en el Instituto Cultural Cabañas
El artista y curador uruguayo ofrecerá una charla en el Instituto Cultural Cabañas

Luis Camnitzer es el uruguayo nacido en Alemania, el cínico ético que sacará ampollas a los fanáticos del arte social, la acción militante y Manu Chao. Irritará a los que detestan a Gabriel Orozco por comercial y a los que siguen pintando wixárrikas porque creen que esa es la identidad mexicana. Se enfrentará a los artistas que no se cuestionan. Va la entrevista completa… Sigue leyendo «La cosa es ser impuro y ético al mismo tiempo». Entrevista con Luis Camnitzer