La cara de estupefacción de Wanye Rooney —para más seña, el mono que ilustra este post— hace eco a nivel mundial. Y es que la octava jornada del Mundial Sudáfrica 2010 ha dejado un extraño sabor de boca en los aficionados al fútbol, luego de que Alemania perdiera contra Serbia y de que Inglaterra no pudiera con Argelia. Así, dos de los marcados como favoritos para llevarse esta edición de la copa dieron la nota, sí, pero por malos.
La gente creía que, luego de la goleada del fin de semana pasado, lo de los alemanes hoy era puro trámite. Y tómala barbón, que de trámite no tuvo nada: los serbios les metieron un gol que cuidaron como si fuera su virginidad y luego los teutones se dieron el lujo de, incluso, fallar un penal. La catástrofe se consumó. En cambio, los Ingleses se cansaron de fallar contra los argelinos, que se defendieron como gatos patas arriba de todos y cada uno de los embates de Rooney y compañía. Una decepción por donde se lo vea, enmarcada en un partido para nada atractivo.
Un poco más emocionante resultó el Eslovenia-Estados Unidos, que terminó con un cardiaco 2-2. Emocionante porque los gringos vinieron de abajo —perdían por dos goles— y cardiaco porque les anularon un gol legítimo que hubiera sido el tanto de la victoria. Pero, ya lo dice el lugar común, el hubiera no existe. Así que los gabachos se quedan con apenas dos puntitos, lo que les pone cuesta arriba su pase a la siguiente ronda.
Y así, con la caída alemana y el empate británico, cierra otra jornada del Mundial, que sigue aburrido por donde se lo vea. Y la jornada de mañana no promete cambios: juegan Holanda-Japón, Ghana-Australia y Camerún-Dinamarca.
A ver si no resulta que los ojos de widescreen terminan sacándole un pedo a la Naranja Mecánica…