Mi hijo es el más guapo, y qué

Cierto: ni el Bofo Bautista ni el Venado Medina merecen estar en la lista final de México para el Mundial. Cierto: en la media cancha debería estar Sinha, incluso por encima de Cuauthémoc Blanco, nada más porque tiene mejor condición física y harta técnica. Cierto: este proceso mundialista ha estado muy manoseado, como pocos, y eso es de extrañar porque se supone que Javier Aguirre sí los tenía bien puestos y tal. Pero de eso, a decir que Jonathan dos Santos es el jugadorazo que su padre nos quiere hacer creer, hay un abismo.

Como todo mundo sabe —uf, qué bonita frase hecha—, no hay hijos más guapos, inteligentes, atléticos, chingones que los propios. Eso dicen, al menos, los que los tienen. Por lo que se ve, Zizinho dos Santos no escapa de ese lugar común. Y el problema es que tiene tan inflados a sus retoños —Jonathan y Giovanni (Gio para los amigos y Belinda, aunque digan que ya nada de nada)—, que se escucha absurdo que un muchacho de 20 años, que todavía tiene por lo menos tres mundiales por delante, haya decidido renunciar definitivamente a la selección… ¡WTF!

Cierto: Jonathan es un buen jugador. También cierto: no es la octava maravilla del mundo. Cierto: está en el Barcelona. Más cierto: si sigue trabajando, puede ser una gran figura, aprenderle mucho a Messi y a Xavi, que mandan en el medio campo catalán. Todavía más cierto: eso va a pasar sólo si sigue trabajando. Porque si le pasa lo que a Giovanni —que se infló y terminaron casi regalándolo en Barcelona porque se estaba volviendo muy conflictivo— no va a llegar a ningún lado. Giovanni parece que lo entendió, ahora hay que explicárselo a Jonathan: hay más vida después de Sudáfrica 2010.

Y que alguien por favor baje de la nube a Zizinho, porque da penita ajena. Está bien que sus hijos tienen más información que él en sus respectivos perfiles de la Wikipedia, pero no es para tanto.