Morir tras un empate

El futbol a veces tiene consecuencias funestas: baños de agua de riñón, apretones, la derrota del equipo y, en ocasiones, la muerte. Es famosa la estampida humana que mató a ocho personas y dejó a 30 más heridas en uno de los accesos al estadio de Ciudad Universitaria, durante un partido Pumas-América, el 26 de mayo de 1985.
Uno de los casos más recientes es el del policía muerto por la explosión de una bomba casera, en un enfrentamiento callejero durante el partido Catania-Palermo de la jornada 22 del Calcio. Fue el 2 de febrero de 2007 y hubo cerca de cien heridos. La FIFA se fue con todo para reclamar seguridad en los estadios italianos y del mundo.
Otro caso es el del aficionado asesinado afuera del Estadio Jalisco, el miércoles 21 de febrero, tras finalizar el intrascendente partido entre Chivas y Monterrey (terminaron 1-1). Los testigos citados por el diario Mural del Grupo Reforma narraron que un hombre de gabardina se acercó al sujeto y le disparó en la cabeza, a quemarropa. Muy cerca del cuerpo sin vida, la policía encontró un casquillo calibre 9 milímetros. El asesino huyó entre la multitud. Sucedió afuera de la puerta 13 Norte, donde hacen esquina las calles Fidel Velázquez y Monte Atlas. El cadáver llevaba camisa blanca de trazos cuadrados y una chamarra café; no se identificaba a ningún equipo.
Al parecer el asesinato no tiene ninguna relación con el futbol, pero que haya sucedido afuera de un estadio, tras un partido de liga y en febrero, un mes particularmente violento para este deporte, parece un túnel a la seguridad en los estadios.
La foto de este post la publicó el periódico Público-Milenio.