El mundo de las entrañas


Desde la época del Renacimiento, cuando se realizaban disecciones públicas en anfiteatros de universidades como la de Bolonia, el interés por abrir una ventana al interior del cuerpo humano y observar su funcionamiento ha ido in crescendo. Con el paso de los siglos, el perfeccionamiento de las técnicas de conservación de cadáveres no sólo ha facilitado el desarrollo de la anatomía sino que ha alcanzado niveles artísticos.
El más claro ejemplo es el polémico doctor alemán Gunther Von Hagens, creador de la plastinación, que ha convertido la exhibición de cadáveres en muestras que le dan la vuelta al mundo con enorme asistencia de público.
El Foro Polanco de la Ciudad de México alberga desde marzo pasado (ya son cinco meses de éxito) una exposición inspirada en el trabajo de Von Hagens. El cuerpo humano real y fascinante resulta tan impactante como reveladora. Mezcla de paseo didáctico y museo de los horrores, de curso de ciencias naturales y performance conceptual, muestra crudamente los complejos mecanismos de esa maravillosa maquinaria que es el cuerpo humano, pero también sus miserias y enfermedades. Mirar cada “modelo” es mirar un espejo inquietante: vísceras somos y en vísceras nos convertiremos.

Pudor en el Tamayo

Lo bueno: podemos observar una muestra de los perversos trazos de la pintora estadunidense Lisa Yuskavage en la ciudad de México. Lo otro: que los óleos y acuarelas en exhibición guardan la mejor de las composturas y evitan levantar sospechas entre los biempensantes, pues la artista radicada en Nueva York se distingue por remover los nervios hasta de los más liberales.
En la exposición (Museo Tamayo Arte Contemporáneo, del 22 de junio al 17 de septiembre) pueden observarse piezas formidables, donde la sexualidad y el cuerpo femeninos se explotan sin concesiones. Aunque con pudor. En apenas unas cuantas gráficas puede navegarse en los mares perturbadores de Yuskavage, como en el óleo Heart (1995). Aquí, una rubia de grandes pechos y coronadas aureolas, de rodillas y completamente desnuda, se inspecciona la vagina con la mano izquierda, como si introdujera algún instrumento para darse placer. Su rictus, en trance.
En la imagen se muestra el óleo Surrender (1998) y, rendidos, caemos ante la imaginación de Yuskavage.

La pluma del patólogo

No es lo mismo sostener la pluma que el bisturí. Pero a Francisco González Crussí no le tiembla ninguno de estos instrumentos. Reconocido patólogo mexicano que durante años ha radicado en Estados Unidos, donde ha trabajado para el Children’s Memorial Hospital de Chicago, es también un notable ensayista cuyos libros —originalmente publicados en inglés— están siendo traducidos al español.

La editorial mexicana VerdeHalago ha puesto recientemente en circulación dos de ellos: Animación suspendida y Mors repentina. Con escalofriante lucidez, Crussí reflexiona sobre la preservación de las partes corporales y la grandeza y miseria del cuerpo humano. Hombres come-placentas, hermafroditas incomprendidos, cuerpos humanos desollados para permitir el estudio de la anatomía y tumbas que se profanan en busca de material para la disección, se dan cita en estos textos de lectura imprescindible.

Metinides, un ser querido

El fotógrafo Enrique Metinides (Ciudad de México, 12 de febrero 1934) comenzó a los doce años y no paró en los siguientes cinco decenios. Su archivo lo completan más de catorce mil imágenes y, de los años postreros de su carrera periodística, varias horas en video. Como anales de la muerte y la desgracia en la ciudad de México.

En la Celda Contemporánea de la Universidad del Claustro de Sor Juana se exhiben, del 21 de junio al 18 de agosto, distintas series fotográficas captadas por Metinides. Entre ellas, una clásica de la iconografía de la nota roja mexicana: la de la mujer que debe conseguir un ataúd para sacar el cadáver de su hijo de las instalaciones del Servicio Médico Forense. Horror y calamidad.

Metinides, tocado por un espíritu artístico, concibió composiciones perfectas que no menosprecian los cánones periodísticos ni el lenguaje cinematográfico; de las páginas de La Prensa a las salas de museos y galerías.

En 1996, justo en su 50º aniversario de carrera, Metinides recibió el Premio Espejo de Luz. Aquí está el link, con una nota de Fabrizio León y algunas fotografías: http://www.fotoperiodismo.org/source/html/espejodeluz/enrique.html