Enseñanza de vida (Estados Unidos, 2009) es la elección perfecta si tu novia no para de reprocharte que siempre escojas películas violentas. No por nada estuvo nominada a tres premios Oscar, incluyendo al de Mejor Película. En resumen, es la misma gata pero revolcada: el príncipe gallardo que vence al dragón y rescata a la princesa de un oscuro y frío castillo. Sólo que en esta ocasión la princesa es una adolescente inglesa de los suburbios que sueña con ingresar a la prestigiosa Universidad de Oxford y el príncipe un judío treintón que se gana la vida robando piezas de arte y metiendo familias negras a barrios exclusivos para obligar a las viejitas racistas a vender su propiedades a precios risibles. Es Londres, en 1961, y todo puede pasar.
Así arranca al nueva película de la directora danesa Lone Scherfig (Italiano para principiantes, Wilbur wants to kill himslef), quien se dio conocer con el movimiento Dogma 95 y que ahora se aleja de sus raíces para traernos una historia de época muy bien lograda. La cinta está basada en un ensayo autobiográfico escrito por la reportera inglesa Lynn Barber. En ella se cuentan los vericuetos de su adolescencia ñoña y el rompimiento con esa vida de bibliotecaria que implicó su relación amorosa con Simon Green: un hombre de gran verbo que supo ganarse la confianza de sus padres sobreprotectores para llevarla de paseo a los mejores clubes de jazz, a conciertos y a cenas e incluso a París.
Pero más allá del morbo que puede causar la historia de amor entre un treintón y una chica de dieciséis años, el gran acierto de Enseñanza de vida es la forma en que captura la esencia de una época. Cualidad que Nick Hornby (About a boy, High fidelity) sabe rescatar con uno más de esos guiones donde la adolescencia tardía y la buena música se unen para llevarnos hacia épocas y lugares tan ajenos a nuestra realidad mexicana que nos cuesta trabajo asimilar la forma en que nos hemos reconocidos en sus personajes.
Enseñanza de vida es una historia de mujeres para mujeres que los hombres también pueden disfrutar, gracias a la soltura de su guión y a la belleza indiscutible de su protagonista. Carey Mulligan salta a la fama con esta película como una lolita cuyo porte resulta una extraña mezcla entre Natalie Portman y Scarlett Johansson. Y a los que vayan con sus chicas, recuerden cerrar la boca en las inexistentes escenas de desnudos.
En la butaca: Alejandro Aguirre