Llegar al día 9 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es visto por muchos como la llegada a la meta después del maratón. Un dato divertido, aunque difícil de cuantificar, sería calcular el número de kilómetros que recorre alguien que esté cubriendo la FIL desde su apertura y hasta su cierre. El número, casi podemos asegurar, sería sorprendente.
Quizá por eso el domingo los rostros se ven más relajados. Una prueba: el encuentro con los medios en donde los organizadores dan las cuentas de la fiesta de los libros. Mientras grabadoras y micrófonos cuelgan de las bocinas, los reporteros charlan de la sobrina cuya foto está en el escritorio de la laptop o hacen un breve recuento de lo que les pasó en la semana. Allá un fotógrafo se divierte haciendo fotos de la cámara que, en pie de guerra, apunta su objetivo a la mesa donde estarán los integrantes del presídium; acá, otro manipula su Blackberry. Es un día relajado. Se acaba la FIL.
La llegada del comité organizador es precedida por un enjambre de sujetos que en sus sueños, seguramente, se asumen como agentes de la CIA. Los guaruras del rector de la UdeG —Marco Antonio Cortés Guardado— y de Raúl Padilla López —presidente de la FIL— son como un enjambre que rodea a sus patrones. Un enjambre, hay que decirlo, donde impera el mal gusto. Ejemplo: guarura vestido con traje beige, camisa azul marino a rayas y corbata rosa. Eso sí: la cara de malo y de vigilancia perpetua no se la quita nadie.
Hablar de los números de la FIL es tan predecible como el lleno de Jis y Trino que presentan su libro acompañados por Andrés Bustamante. Y es que en la feria los números siempre van para arriba. Aunque este año… bueno, ya se sabe: la crisis económica mundial, la influenza, el dengue… en fin, que también el año fue bueno. Después de un discurso improvisado a cargo del rector de la UdeG —que incluyó la asunción de Antonio Villaraigosa al grado de semidiós cuando el dirigente universitario calificó su visita de “presencia luminosa para los tapatíos”— vino la parquedad de Raúl Padilla para leer los números.
Estas son las cuentas (instructivo: número sin paréntesis, es cifra de 2009; con paréntesis, de 2008):
Visitantes: 606,008 (604,012)
Editoriales: 1,925 (1,947)
Países representados: 40 (40)
Profesionales del libro: 17,112 (17,259)
Agentes literarios: 179 (180)
Salón de Derechos: 104 (93)
FIL Niños: 142,126 (140,846)
Presentaciones de libros: 455 (369)
Actividades artísticas-musicales: 57 (55)
La pereza se nota en los medios. Al abrirse la ronda de preguntas y respuestas, nadie levanta la mano. Pasan unos segundos y sale la primera pregunta: “¿Se repetirá la venta nocturna?”. Raúl responde: “Espero que sí, vamos a ver con los editores a ver cómo les fue”. Sigue la pereza, pasan los segundos, otra pregunta, ésta para la delegación de Los Ángeles: “¿La oferta extraliteraria no opacó a los autores y al programa literario?”. Responde, por las ramas, Olga Garay, del departamento de Asuntos Culturales de L.A.: “Fue bonito ver a los artistas visitándose unos a otros. Se formó un grupo diverso para traer un festival multidisciplinario. Escogimos lo mejor en cada ámbito y los autores y los músicos se fueron fascinados por la calidez del público tapatío”. Amén.
Y así, con una modorra que se antoja pegajosa, pasa el encuentro. Otras tres preguntas y ya. Carlos Maciel, maestro de ceremonias de mil batallas, agradece y despide. Los guaruras —feos, mal encarados y peor vestidos— toman posiciones y rodean cada grupo a su cada cual. Los medios se hacen el ánimo: un par de notas, tres quizá, y terminará la condena. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara en su versión 2009 ha terminado. Amén. Aleluya.
reporta: Turco Viejo/fotografía: Diana Martín