1.
Esta muchacha tiene un cólico que no la deja enderezarse. O eso parece. O parece que está a punto de morir. “¡Estoy muerta!”, confirma. Menos mal que empleo es temporal: el puesto de información, que es como la isla de los náufragos. A información llegan los cientos y miles de visitantes a la FIL que exigen saber dónde, cuándo, cómo y por qué demonios ocurren las cosas aquí dentro. El dónde, la muchacha lo conoce de memoria y sin esfuerzo. El por qué demonios lo ignora en absoluto. Vaya al pasillo E, dice de inmediato, pero con los ojos cerrados. “La verdad no sé por qué”, contesta amable y honesta. En su asiento se hace chiquito. “Lo bueno es que esto se acaba ya”, confiesa.
2
Por favor, evítales a los niños el eructo. La repetición una y siete veces de las mismas historias en Internet, televisión y libros. En los últimos tiempos las cosas han cambiado. Los escritores no sólo recrearon al lobo de caperucita, sino que ahora hasta se vengan de manera sana y merecida de los padres neuróticos. Entre los títulos infantiles más económicos de la feria están los del Conafe. Entre los más caros, los de Océano y Colofón. Entre ambos —donde bien vale la pena adquirir los obsequios navideños—, las editoriales del Fondo de Cultura Económica, SM y hasta Larouse tienen propuestas interesantes, divertidas, nuevas, incluso cursis. Todo, menos la revolcadísima y reeditadísima historia de la bella durmiente que ya hizo ricos a más de dos.
Norte de Vanesa Robles