Adolescentes: muchos y con todo, descienden de la ruta 626, en la esquina de Mariano Otero y Las Rosas. La fila para un boleto de entrada a la Feria Internacional del Libro es larga, pero vale la pena. “¿Ya viste aquel?” “¡Esa morra está bien buena!”. ¡Uy, te volteó a ver!”. Y puras de esas, desde la taquilla, hasta la avenida y más allá.
Su entrada al recinto es festiva: adolescentes. Vienen como a su baile de graduación. Se desparraman por el edificio. Algunas veces, recorren los stands. La mayoría no: recogen volantes y publicidades de conciertos que los encuentran en los pasillos. Gritan. Gritan. Mientras ingresan, le paran los pelos a lo adultos que, en la misma fila, ven el reloj, que no tiene para cuándo.
Texto: Vanesa Robles
Fotos: Tonatiuh Figueroa