Ventanas

Érase una vez una ventana desde la que muchos gustábamos mirar a la ciudad. Una en el piso 23 del Condominio Guadalajara, ese que alguna vez en alguna película asombró a Angélica María y a Alberto Vázquez desde una calandria (suspirando y tomados de la mano por el progreso ante ese edificio tan grandote). Érase una vez un montón de ventanas, el sitio perfecto para una galería y laboratorio de arte como la Oficina de Proyectos de Arte (OPA) en las que se veía la ciudad chiquitita, las torres de Catedral, el parque Agua Azul y mucho del centro y de algunos edificios más grandes en el horizonte. Justo allí, en esas ventanas, se ubica su nueva exposición: Monocromo concreto, de Santiago Merino.

La muestra se centra en las ventanas de la OPA. El artista pintó de blanco y a brochazos el vidrio que rodea la galería tapando el panorama, incluso de aquellas ventanas a las que el espectador no tiene acceso. La idea es lograr que la luz o la oscuridad se filtren por la obra, logrando así diferentes tonos y matices por entre los brochazos y a través de ellos. Es una pintura convertida en diferentes por el exterior a cada minuto. Por la noche las ventanas son blancas y las luces artificiales se cuelan; por el día, el blanco se torna un poco transparente y se alcanza a ver la ciudad desde una especie de filtro pictórico. El blanco, según la galería, se debe a la trayectoria del artista con lo monocromático.

Monocromo concreto parte de una idea sencilla y pictórica que despierta varias preguntas: ¿qué es la pintura? ¿Dónde se encuentra la imagen? Y por otro lado, resulta una pieza para sólo para ver y disfrutar. Interesante que algo con tan pocos recursos resulte tentadoramente reflexivo, con alcances que cuestionan incluso al arte abstracto; aunque, y por otro lado, me sigo repitiendo que se trata sólo de pintura blanca sobre un montón de ventanas. Todavía sigo pensando la obra de Santiago Merino, y no se por qué se antoja ir a la OPA, limpiar una ventana y masticar la muestra desde una de sus banquitas mirando a la ciudad.

texto: Dolores Garnica