La misma vieja historia o la fuerza del destino

México Sub 17

Si el destino existe, entonces el de México es, por decir lo menos, demasiado previsible. En el área política ya sabemos qué va a pasar, en la deportiva no se diga. Así, México está condenado a que le suban los impuestos y a perder en penales. Y las excepciones que haya perdidas por ahí no hacen más que confirmar la regla. No hay vuelta de hoja.

Sólo así, echándole la culpa al destino funesto y preescrito, se puede entender que hoy la selección Sub-17 haya perdido en el Mundial de Nigeria contra su par de Corea. Porque sólo así —repetimos: culpando al hado— se entiende que les metan un gol al minuto 46 del segundo tiempo, un empate que resultaría su condena de muerte. Porque ya cansados y sin cambios, echados atrás, a los mexicanos los tiempos extra sólo les sirvieron para acalambrarse y llegar más cansados a los penales.

Y ya en esa instancia lo demás es lo de menos. Porque si bien de los mexicanos sólo falló un tirador, Carlos Alberto Campos, de los coreanos no falló ninguno. Porque así lo quiso el destino. Porque así tiene que ser.

Pobres de los morritos mexicanos: con apenas 16 años tienen que cargar sobre sus hombros —y piernas— las frustraciones de un país entero. Porque había una excepción, de hace cuatro años, que decía que en esa categoría sí se podía ganar. Porque durante casi todo el partido pareció que lo lograrían. Pero el destino estaba escrito. Y cuando en ese texto aparece la palabra penales, no hay manera de eludirlo.

Claro que hay excepciones, pero no hoy.