La foto que ilustra este post tiene que vor con el tema que ha sido la comidilla de todo la semana en el medio futbolero local. Se trata del momento en que Aquivaldo Mosquera, defensa del equipo América, da un par de puñetazos Mauricio Romero, del equipo Morelia —eso de Monarcas es una mamada. El desmadre se ha armado porque el árbitro no había visto nada, pero después la Comisión Disciplinaria se puso a revisar los videos y vio la agresión de Mosquera, por lo que decidió castigarlo con tres partidos de suspensión. El América, todopoderoso, apeló la sanción diciendo que su Angelito Negro sólo había respondido a una agresión previa, mostró otro video y entonces, salomónicos, los encargados de castigar jugadores recularon y le bajaron la cuota de tres a un juego.
También Matías Vuoso, atacante del Santos de Torreón, ha dado de qué hablar: el domingo fingió una falta, el árbitro marcó penalty y, con ese tanto, su equipo ganó el partido. Y vuelta otra vez: la Comisión Disciplinaria a ver el video y a castigar: a Vuoso le dejaron ir un partido por engañar al árbitro. Eso sí, el marcador se quedó igual y de cualquier forma el Santos ganó el partido y se llevó los tres puntos.
Ambas anécdotas han ido y venido en la semana. Todo mundo se pregunta sobre la validez de las sanciones, toda vez que los árbitros no se dieron cuenta o sancionaron según su criterio y los castigos vinieron con ayuda de un agente externo: las cámaras. En el futbol americano —como se le llama por acá— el uso de cámaras para verificar jugadas es rutinario: para medir los avances, calificar un pase como completo o no y muchas otras variantes. En cambio, el fútbol —soccer, para que entiendan los gringos— es de los deportes que más se ha cerrado al uso de medios electrónicos para echarle la mano a los árbitros: a lo más que han llegado es al uso de micrófonos para que se comuniquen entre ellos. Pero siempre ha habido renuencia a usar cámaras, durante los partidos, para ratificar o corregir una marcación.
No sabemos qué será mejor. El caso es que por segunda semana consecutiva —en la primera jornada le tocó al Chaco Giménez— las cámaras que se meten, como dicen los orates, «hasta la intimidad del fútbol» han dado de qué hablar. Quizá dentro de poco podamos hablar de una especie de Big Brother futbolero, con cámaras que capten absolutamente todos los ángulos de las jugadas para, luego, poner castigos, anular goles y cambiar los resultados de los partidos. La historia pondrá cada cámara en su lugar.
Y ya para cerrar este post kilométrico, un breve comentario sobre el Tri. En el post donde subimos la lista de la Selección, para el partido contra Estados Unidos, nos preguntábamos por qué estaba incluido estaba Rafa Márquez. En ese entonces nos preguntábamos cómo esperaban que jugara, si venía de una lesión y tenía un buen de tiempo sin jugar. Pues bien, ahora se ha dado a conocer que el defensa del Barcelona no podrá acudir al llamado Tricolor porque, para variar, otra vez se lesionó. Quizá por grabar muchos comerciales para rastrillos y desodorantes o por alguna maldición purépecha, el caso es que Rafa se lesiona como si fuera verbena.
Uno, mal pensado que es, se pregunta: ¿será verdad la lesión? ¿no será, más bien, que el Barcelona no lo dejó venir al partido porque justo ahora van arrancando su pretemporada y quieren tener su plantilla completa para trabajar? El mundo, señores, nunca lo sabrá.
Yo conozco algunos chicas que serían fieles seguidoras del Big brother de futbolistas.