Wolverine 38

Excelente columna del Marigno Equis. Posteo el Disco Roboto sin su consentimiento explícito, lo que me importa un pepino. El material es de tan excelente calidad que esperar a que Marigno lo apruebe retrasaría el ejercicio de divulgación. Simplemente, genial.

Wolverine 38

Como los malos conversadores —esos que victiman a sus interlocutores con toneladas de ladrillos verborréicos—, algunas historietas se limitan al estallido, al estereotipo y a la imposición de contenidos: no dan tregua a los lectores y, por supuesto, no esperan nada de ellos. Por suerte, ciertos guionistas y dibujantes evitan el camino fácil y, cada tanto, presentan títulos dignos que confrontan y dialogan con quienes dan vuelta a la página.

En el Mondo Ñoño —concepto genial que plagio a los perpetradores de la Composta Amateur (composta.wordpress.com)— se respeta a los pocos escritores y artistas visuales que, con su trabajo a cuatro manos, han hecho historia: Roy Thomas y John Buscema (Conan), Alan Moore y Dave Gibbons (Watchmen), Mike Mignola y Troy Nixey (Batman). Todos ellos —y los que faltan por nombrar— tienen algo en común: sus historias retan al lector y lo hacen, literaria y plásticamente, partícipe del relato.

Hace un par de semanas apareció el número 38 de la edición mexicana de Wolverine. Este episodio del mutante cuyo cuerpo se regenera, que posee garras y esqueleto de adamantium, llamó la atención del visor láser del Disco Roboto por varias razones: es una suerte de pausa y enlace entre dos historias, funciona solo y es perfectamente redondo. El guionista Jason Aaron y el dibujante Howard Chaykin se lucieron y poco más hay que decir.

El cómic comienza así: Wolverine está desnudo y encadenado en un pozo. No sabe cómo llegó ahí. Arriba hay una metralleta desde la cual dos hombres, en turnos de doce horas, le disparan constantemente. Más allá del telón de fondo, el mutante es un pretexto para contar la historia de Wendell, uno de los guardias encargados de acribillar al integrante de los X-Men para que no escape. Y es aquí donde el trabajo de Aaron Chaykin se compara con el de Mignola y Nixey, con el de Moore y Gibbons y, sobre todo, con el de Thomas y Buscema.

El hombre del pozo —así se titula— es un bello juego dialéctico entre dos personajes, pero también entre el guionista y el dibujante y, claro está, entre los autores y los lectores. El 38 de Wolverine es, para decirlo con todas las letras, una creación literaria y visual que, como buena obra de arte, escarba, sin aleccionar, en los motivos del comportamiento humano y sus consecuencias. Aceita, también, los motores morales y pone en marcha la tripa consciente de quien lee. ¿El desenlace? Le pertenece justo a los lectores.

marigno@gmail.com

Este Disco Roboto apareció el 2 de agosto en Público-Milenio.

3 comentarios sobre “Wolverine 38”

Los comentarios están cerrados.