Le decían Doctor Illy y El Papa del Grano. Puro cariño y admiración. El 3 de febrero murió don Ernesto Illy, propietario de una de las marcas más reconocidas de café en el mundo. Falleció en Trieste, el lugar donde el café es más que lo que despierta por la mañana, donde es una ceremonia en la que se rinde tributo a la planta que descubrió un pastor en Etiopía. Dice la historia que el pastor la vio porque sus cabras brincaban más alto que de costumbre y se la llevó a casa. Luego unos monjes en la Edad Media la tostaron y molieron, sólo para ver a qué sabía. Sí.
Illy nació en 1925 y en 1956 asumió la dirección de la pequeña fábrica de café que fundó su padre, Francesco, un ex militar húngaro, para convertirla en todo un emporio internacional del café.
Por él se enlataron los granos, que permite que una mezcla molida dure fresca hasta dos años. Él inventó la 100 por ciento arábica, algo que se creía imposible por la fragilidad del grano, pero que logró mediante inversión en tecnología y ciencia.
Dicen que por él Europa volvió a pedir espressos en las cafeterías, que inventó las competencias internacionales de baristas (los artistas del café) y las asociaciones ASIC (Asociación Científica Internacional de Café) con sede en París; la PEC (Physiological Effects of Coffee) y la ISIC (Instituto para la Información Científica del Café).
“El Consejo Salvadoreño del Café lamenta profundamente el fallecimiento del Dr. Ernesto Illy” es una de las más de 800 condolencias que ya aparecen en el sitio de la marca, espacio para los adictos a la bebida que Alá mandó a Mahoma mediante el arcángel Gabriel, al verlo enfermo, atareado y sin ánimos sexuales.
“Era negro como la piedra negra de la Kaaba”, se lee en el Corán. Y quizá con la muerte de Illy, el revolucionario, el café se verá más negro.