Las historias del galeón negro

Por la tarde, recogí palmeras suficientes para construir la balsa, fijándola sobre los cadáveres. Satisfecho, esperé a que anocheciera y bajara la marea, y embarqué, rumbo al este. Al este, a través de la noche. Al este, sobre las desnudas espaldas de los muertos.

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En los materiales adicionales a Watchmen, la calca del maestro Zack Snyder del cómic de Alan Moore y Dave Gibbons, se encuentra una excelenta animación de Las historias del galeón negro, el cómic que se insmicuye en el cómic. La animación, de casi 26 minutos, es un diálogo introspectivo del capitán de un barco recién naufragado, por el ataque de un navío de piratas.

En el centro neurálgico de Manhattan, donde ocurren principalmente los hechos de Watchmen, un muchacho acude consuetudinariamente a un puesto de revistas a leer el nuevo ejemplar de la historieta. Entre los miles de homenajes realizados por Alan Moore en Watchmen, Las historias del galeón negro merecieron especial atención, porque a la par del sufrimiento del capitán náufrago se entrelazan todas las historias de los superhéroes en desgracia.

El capitán, leal con sus hombres caídos, decide regresar a Davidstown, su tierra, para salvar a su familia del inminente abordaje de los piratas a la ciudad. El capitán construye una balsa soportada por cadáveres y se aventura a la mar. (En Roma, la teleserie de la HBO creada quince años después, Tito Pullo y Lucius Voreno hicieron lo mismo después del naufragio).

En los años sesenta, casi 30 años antes de la publicación Watchmen, la DC publicaba el cómic Las historias del galeón negro, ligado con las historias de piratas y marineros que tanto fascinaron en el siglo XIX y principios del XX.

Moore las revitalizó, como homenaje, en Watchmen y Dios-Bendiga-A-Zack-Snyder las puso en su punto con la animación extra de la película. En verdad vale la pena echarse un clavado en la animación e ir completando el universo Moore-Watchmen que fue imposible completar en la película.

Camino en un tambaleante mundo de madera, un apestoso infierno rodeado de sal, quizá no mucho peor que el vuestro, en el que los obispos caminan a través de osarios con almohadillas perfumadas; donde los hombres viles prosperan y aman arrastrándose a cuatro patas.