Claro que puedo imaginar la caída libre del plomo. Viaja hacia abajo de la misma manera que cualquier piedra que dejas caer de tu mano. Lo inimaginable es pensar que, el mismo plomo que cae, también se aproxima a mi cabeza. Y sé que la aproximación es rápida, pero el pensamiento también; eso me tranquiliza.
Siento el frío del metal en las muñecas y el del piso en el rostro. Pero, al mismo tiempo, descubro: exhalar le da una tibieza húmeda al piso. Así es más agradable contemplar la danza de seis botas. Hasta que de manera abrupta todo se detiene. Un nuevo frío, redondo, circular, en la nuca. Un clavo para fijar el tiempo. Y sólo pienso en El ramo azul y quisiera gritar: «-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.»
Y se va el líder. Y se va el frío. Y los demás siguen al líder.
Colaboración de Édgar Mondragón
Imágenes: «Follow the Leader I» de Dick Kramer y Copia del Acta de denuncia ante el Ministerio Público por el asalto.