El último libro de Sergio González Rodríguez, El hombre sin cabeza (Anagrama, 2009) es —tomando palabras de su amigo Roberto Bolaño— una forma de meter la cabeza en lo oscuro y abrir los ojos ante el horror. Sergio González Rodríguez, después de escribir el mejor retrato que se ha hecho sobre el cagadero que es el homicidio sistemático de mujeres en Ciudad Juárez (Huesos en el desierto, Anagrama 2002), lo vuelve a hacer.
El hombre sin cabeza representa una forma de mirar el horror sin edulcorarlo. No más novelitas sobre el narco. No más corridos épicos. No más Camelias la Tejana ni Reinas del Sur. No más policías honestos luchando contra la corrupción, ni detectives enamoradizos, ni Sam Spade, ni Belazcoarán Shayne.
El narco no tiene nada de cool.
En El hombre sin cabeza, González Rodríguez platica con un decapitador. Una sombra, dice él. La sombra le cuenta la rutina de su oficio. Visita Acapulco y reconstruye a través de sus propios recuerdos la transformación del puerto en uno de los escenarios de la violencia más extrema. Ensaya sobre el significado de la decapitación en la Biblia, en la historia de México, en las guerrillas islámicas contra la invasión a Irak. Reconstruye los videos aparecidos en YouTube: cuerpos apilados, sin cabeza; cabezas sin cuerpo, con los ojos cerrados; hombres que respiran pero que ya están muertos desde antes de que una espada les rebane el cuello.
¿Para qué escribir sobre el horror? González Rodríguez responde en la página 154:
“Como ha escrito George Didi-Huberman en su polémica contra las posturas de ocultamiento de las imágenes de exterminio en Auschwitz, debemos aprender a dominar el dispositivo de las imágenes para saber qué hacer con nuestro saber y con muestra memoria. Aprender a manejar el escudo: la imagen-escudo. Y reitera que debemos, como lo hizo Gilles Deleuze ante el dicterio de callar de T.W. Adorno, asumir este pensamiento de Franz Kafka: la vergüenza de ser un hombre, ¿acaso existe mejor razón para escribir?”
La imagen la jalamos del sitio esmas.com y está firmada por la agencia Efe. La foto se presentó en una nota sobre el hallazgo de cinco cabezas, cada una dentro de una hielera, en la cabecera municipal de Ixtlahuacán del Río, Jalisco.
Interesante lo que menciona el autor, yo sigo sin salir de mi asombro…