“Debo decir que el sentimiento que experimenté al pintar estos cuadros no es el mismo placer que siento pintando normalmente el mundo que yo pinto”, dijo Fernando Botero en una entrevista en Jalapa en marzo de 2009, cuando El dolor de Colombia se inauguró en la Pinacoteca Diego Rivera, un año antes de su llegada a Guadalajara, para engalanar el décimo tercer Festival Cultural de Mayo.
Suena extraña la cita si se piensa en los discursos desde y alrededor de Botero. El artista colombiano y sus personajes regordetes son famosos y reconocidos en el mercado —digamos “light” y “pop”— de las artes visuales (quizá junto a las manzanas de Martha Chapa, los poodles de Jeff Koons y los tiburones de Damien Hirst) desde los años sesenta, al justificar su estética como un señalamiento sarcástico de la burguesía, como una exageración física que atacaba esa zona de confort social habitada por políticos, líderes eclesiásticos y ricachones en un país como Colombia. Ataque fracasado y que al contrario, sedujo a quienes criticaba.
Los gordos no funcionaron y entonces Botero hizo de sus gordos personajes protagónicos y antagónicos en los problemas sociales, políticos y económicos de su país, inspirado y adolorido por su situación entre los años cincuenta y ochenta; al menos así se vende esta exposición que ya viajó desde 2001 del Museo Nacional de Colombia a más de 20 ciudades entre Europa y América, y que llega al Instituto Cultural Cabañas en un festival “tutifruti”.
Yo que me hacía ilusiones con la probable visita de la única serie que me interesa de Botero debido a los comentarios que suscitó desde 2004, Abu Ghraib, inspirado en los desmanes de las tropas estadounidenses en la prisión iraquí que para Arthur C. Danto significó “sumergirse en la experiencia del sufrimiento. El dolor de los demás rara vez ha sentido tan cerca” y que visitó el Centro de las Artes del Parque Fundidora de Monterrey en 2008. ¿Qué no se puede aspirar a una exposición así para el Instituto Cultural Cabañas en el marco de uno de los festivales más importantes de Guadalajara? ¿Por qué tenemos que sorprendernos y sentirnos halagados por esta visita de Botero?
opinión: Dolores Garnica