La calle

Últimamente altero mis tradicionales viajes en camión para cruzar la ciudad. Revuelvo rutas para no aburrirme y aunque perderé mi bono de puntualidad, he conocido una Guadalajara diferente. Más allá de la Calzada resultan deliciosos los paseos. Al comienzo sólo eran casas y llevaba libros e Ipod para no perder dos horas de mi vida. Hoy es sólo la contemplación lo que me entretiene desde el asiento junto a la ventana. Cuando miro hacia afuera mis vecinos de camión buscan lo que tanto me asombra en Loma Dorada o Las Huertas.

En mis intentos por enlistar al mundo descubrí dos tipos de comunidades: primero encontré las colonias y barrios que comenzaron con terrenos que la gente compraba para hacerse su casa, esos donde todos los edificios responden al presupuesto y al ideal de belleza de sus dueños, donde todas las casitas son gozosamente diferentes: unas con ventanas pequeñas, cuatro pisos, cúpulas en cada cuarto, macetas pegadas en las azotea, adornos de cementos sobre los muros exteriores, puertas donde habría que agacharse para entrar, mezclas extrañas de azulejo en las banquetas, tiendas de abarrotes, tlapalerías, cybercafés y cocinas económicas en cuartos-pegostes donde era la cochera. Una familia construyó una fuente de cantera que abarca su fachada de dos plantas, agregó cisnes y garzas de cantera rosa y días después un agujero a su cochera para que cupiera la camioneta. Ganó la belleza.

Después descubrí las colonias prefabricadas que antes consideraba el ejemplo clásico de los “no lugares” de Marc Augé, esos sitos carentes de antropología donde pareciera imposible encontrar identidad e historia. Eso parecen los cientos de edificios de departamentos pintados del mismo color, pero cuando la vista se agudiza y se relaja un poco, se van descubriendo algunos fascinadores rastros de bellezas para singularizar los espacios: el cactus sobre el balcón del último edificio en maceta de talavera amarilla, la puerta anaranjada del departamento de abajo, “se arregla ropa” en cartulina blanca y plumón negro, el sol y la luna de barro en la mínima fachada y las cortinas bordadas con girasoles. Hay que dejar de ver y comenzar a contemplar.

texto: Dolores Garnica

Un comentario sobre “La calle”

  1. ..Sentencia de una Vecina Enfadada que vive en el edificio 6 de un modesto departamento..y que por desgracia soportar a niños que dejan basura en sus macetas, señoras que no barren su pedazo (y le avientan la tierrita), perros que ladran con cualquier ruido y hasta los ladrones de ropa..!!! =S

    «sean lujosos, modernos, pequeños o de dos pisos y llamarles Conjunto
    Habitacional o Cotos Privados…NO DEJAN DE SER VECINDADES»…

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