Basta pasearse unos minutos por FIL Niños para darse cuenta de la tremenda variedad de talleres y espectáculos ofertados a los lectores en ciernes. Uno de estos talleres, llamado “Sintiendo colores”, dirigido a niños de siete a nueve años, ofrece algo que va aún más allá al sumergir a sus talleristas, por 50 minutos, en la realidad que viven los niños ciegos.
“Sintiendo colores” está basado en un texto que evoca emociones –como el resto de los talleres de esta edición de FIL Niños– en este caso, fue El Libro Negro de los Colores escrito por Menena Cottin, ilustrado por Rosana Faria y editado por Tecolote, el texto que detonó las dinámicas que conforman el taller.
“El libro está en braille, los niños pueden darse cuenta cómo leen las personas ciegas a través del tacto. Trata de un niño que explora el mundo que lo rodea sin ver, sólo sintiendo. El libro trae diferentes imágenes de la vida cotidiana: el aire, el agua, árboles, papalotes, etcétera. Es darse cuenta cómo es el mundo a través del tacto, además el libro es completamente negro, no tiene colores, y las ilustraciones están en relieve ”, dice Berenice García, una de las titulares del taller. El stand de este taller difiere del resto de los de FIL Niños en otro detalle: las imágenes adheridas a la pared tienen texturas: los vestidos de los personajes están cuajados de lentejuelas, hay plumas de aves volando al viento. Las coloridas paredes bien podrían ser apreciadas por niños y niñas ciegos.
“Este viernes 4 de diciembre recibiremos un grupo proveniente de la escuela para niñas ciegas Hellen Keller”, añade García.
A los niños participantes se les pasa un antifaz, luego aprecian olores, sonidos y texturas sin usar la vista hasta que terminan “leyendo” con las manos las páginas de El Libro Negro de los Colores. “Las impresiones que los niños obtienen son muy diversas, por ejemplo ayer alguien dijo que estaba tocando una sonaja en forma de avión que tiene cara” comenta Verónica Santos, la otra titular de este taller que está patrocinado por el Museo El Trompo Mágico, recinto que ahora alberga la exhibición vivencial “Diálogo en la oscuridad”, en la que una persona ciega guía, por noventa minutos, a un grupo de visitantes con los ojos vendados en un ejercicio de empatía, confianza y respeto.
En la parte final del taller, los niños, ya desprovistos de antifaz, hacen un dibujo sobre unas tablas especiales para ciegos: el trazo sobre una tabla lisa pero blanda, el coloreado sobre una tabla rugosa, el trabajo resultante puede ser apreciado tanto con los ojos abiertos como cerrados.
Y es que no sólo se puede leer con los ojos, sino con las manos. Y los colores no sólo se ven, sino que se sienten.
En esta imagen, Víctor Anaya (prestador de servicio social), Berenice García (titular), Verónica Santos (titular) y Diana Pèrez (prestadora de servicio social)
Texto y fotos: Diana Martín