El año pasado el Turco Viejo habló con Paco Ignacio Taibo II. En ese entonces llegó a la Feria Internacional del libro de Guadalajara a promocionar tres libros. Luego, la entrevista se quedó guardada y almacenando polvo virtual. Como ya pasó un año y el encuentro librero ya está por comenzar, pues desempolvamos la charla y la traemos por acá. Como preámbulo a lo que se estará ofertando por aquí.
Provecho.
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Paco Ignacio Taibo II tiene, en su guardarropa, muchos trajes. De todos, son dos los que más usa: el de novelista policiaco y el de historiador. Para su visita a la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el escritor llegó “encuerado como novelista y vestido de historiador”. ¿La razón? Acudió a presentar su nueva biografía, dedicada al cubano Tony Guiteras, y sus memorias del 68, además de las reediciones de los libros Arcángeles y Bolcheviques. Pura historia, tema que ha sido, siempre, una obsesión para Taibo II, un asturiano radicado en México que, sin embargo, odió “con odio jarocho” la versión de la historia nacional que le recetaron en la secundaria. Por eso decidió escribir su propia versión.
¿Cómo le sienta el traje de historiador?
Me gusta, me lo cambio por el de novelista policiaco. Y me gusta porque en México hay un creciente interés por la historia, urge una reflexión de la historia nacional. El pasado es algo que está vivo en el país, afortunadamente para nosotros, y está a discusión, también afortunadamente. Esto es una situación mexicana, pero también latinoamericana.
¿El desinterés por la historia se convirtió en un lastre para México y Latinoamérica?
La pregunta clave es: ¿De quién es la historia? La respuesta ha tenido dos versiones, las dos muy jodidas: la primera es la versión del Estado, que dice “la historia es mía, yo soy el propietario”. El PRI se comió la historia nacional y la vomitó convertida en historia de bronce, negocio fraudulento, nombres de calles, placas y un mensaje muy jodido que dice: “Yo soy la Reforma, la Revolución, Benito Juárez, la Independencia y las campanas del cura Hidalgo. Yo soy el heredero”. Eso es una falacia escandalosa. Si de algo no era heredero el PRI es de Villa y Zapata, o del Hidalgo más radical, el que no les cabía en el clóset y entonces había que convertirlo en nada, con el apoyo del sistema educativo. Esta tendencia destruyó el placer de los mexicanos por reconocerse en la historia. Yo soy de los que odiaron a Hidalgo y Morelos por culpa de mis maestros de secundaria, y los odié con odio jarocho. La segunda respuesta es la de los historiadores orgánicos, que dijeron “la historia somos nosotros”, e iniciaron esta versión descafeinada y light que tuvo su mayor expresión en aquél libro de texto gratuito que mandamos a las bodegas por pinche.
En el proceso de reacción la generación del 68 planteó la tercera respuesta, que dice: “La historia es de los mexicanos”, y buscaba reivindicar al Hidalgo radical, la venganza villista, al Zapata triste porque lo traicionaban por todas las esquinas. Esta tercera tentación es la que me ha tenido ocupado los últimos cuatro o cinco años. Hoy hay un montón de ciudadanos que no sólo leen, discuten la historia y se apropian de ella.
Tienes las biografías del Ché y de Villa, ¿Por qué voltear ahora a personajes casi desconocidos como Guiteras y los que aparecen en Arcángeles y Bo lcheviques?
Estoy corriendo en dos pistas. Por un lado hay figuras mayores a los que quería entrarles con ganas, volverlas a contar y había zonas de oscuridad muy importantes. ¿Si digo que Guiteras me parece tan importante como el Ché y Villa me lo creen? Lo que pasa es que a Guiteras no lo conoce prácticamente nadie, entonces hay que darlo a conocer. Arcángeles es fruto de una pasión por estos personajes maravillosos que no tienen sus historias puestas en papel. El caso de Bolcheviques… la del comunismo en México es una historia entre desmadre, caos y maravillosa lucha social, de un grupo de locos que recién terminada la Revolución dicen: “Ni madres, esto no ha terminado, esa no sirvió, ésta es la buena”. Entonces empiezan buscar justicia social a costa de sus propias vidas.
¿Qué te motiva a moverte en los terrenos de la historia?
La tentación de ir a la historia nacional para batir los sables me atrae profundamente. Sobre todo cuando vivimos en un México light, descafeinado, lleno de tarados a los que no les interesa la historia nacional. Vamos a tener la conmemoración de la Independencia y la Revolución más fresa que se haya conocido en la historia de México y no se vale, el país no lo merece. Hay que hacer la contra-conmemoración, con debates, conferencias y charlas, publicar folletos en las calles. Que no nos quiten a Hidalgo.
¿Sigue el interés del Estado por apropiarse de la historia?
En este caso no, porque este gobierno no la quiere para nada. Se trata de descafeinar todo lo que tocan. Salir del compromiso sin que se caliente y sin debate ideológico.
Independencia en 1810, Revolución en 1910… ¿Podemos esperar algo para 2010?
No soy numerólogo ni creo en la numerología. Pero sí creo en la potencia del rumor. Hay que correr el rumor de que en 2010 se va a caer el mundo, a ver si se detiene este proyecto desnacionalizador, neoliberal a lo pendejo, reaccionario, corrupto, vinculado de nuevo a las formas más atrasadas del charrismo sindical —por ejemplo Elba Esther Gordillo— y enloquecido en su guerra contra el narco. Nos hemos vuelto peones de los norteamericanos. Libran una guerra que ha cobrado 5, 500 muertos en el país y ni uno solo en Houston. Los gringos dicen: “Échate la guerra del narco, pero en México” y dicen sí, pero no se exige justa retribución, que sea algo en los dos lados. ¿Por qué el gobierno no pide que Estados Unidos impida el tráfico de armas a México? Hay mexicanos que están siendo muertos por ametralladoras, subametralladoras, granadas. ¿De donde vienen? De las armerías norteamericanas.
¿Qué hacer en ese panorama nefasto?
En esta situación de penuria política-ideológica, con el país dañado y destruido, hace falta volver a los mensajes de Hidalgo y Morelos, de Villa y Zapata. Hay que contar la historia. Es algo que nos fortalece.