Con M de Merino, el distópico

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José María Merino (España, 1941) ocupa el sillón de la m minúscula en el consejo de la Real Academia de la Lengua Española. Es escritor y su puesto m le encanta. “Es la letra de mi apellido, además, muchas palabras importantes del español comienzan con m”, dice con orgullo.

Entre sus batallas se encuentra la aceptación del término “distopía”, como opuesto a utopía, en el Diccionario de la Lengua Española.

Y es que cuando uno lee su nuevo libro de cuentos, Las puertas de lo posible, al principio pueden parecer graciosas las situaciones futuristas que relata a lo largo de 17 historias, porque mediante su prosa y su magnífico humor negro nos transporta unos cuantos siglos en el futuro, mostrándonos un mundo que de no cambiar su situación bien podría convertirse en una triste realidad.

Las puertas de lo posible presenta un mundo con un medio ambiente degradado, con nuevas profesiones en boga —como polinizadores, guardianes del agua o cuidadores de computadoras—, asilos de ancianos como campos de concentración, la desaparición de la poesía de los libros y la cirugía estética llevada hasta el absurdo.

En su propia voz:

“Creo que no es un libro pesimista, a veces me acusan de ello. Me considero mas bien racionalista. Yo no puedo pensar en un porvenir color de rosa con el mundo en que vivimos. Creo que la literatura tiene que cumplir un poco esa función de decir: ¡ojo, ojo! estamos viviendo una era de cambio climático, problemas sociales, el ascenso de los fanatismos religiosos, lo estamos viendo continuamente. Por medio de la vía de la ironía y el humor, he pretendido hacer una especie de proyección del futuro”.

“La humanidad nunca como ahora había tenido las posibilidades de organizar un mundo equilibrado y fraternal, y sin embargo tenemos un mundo desastroso. Por un lado nunca hemos tenido tantas posibilidades de información y sin embargo estamos muy mal informados. Nunca hemos tenido tanta capacidad de generar alimentos y sin embargo tenemos un hambre espantosa”.

Al preguntársele dónde cree que está el error del ser humano, Merino no lo duda:

“Creo que el mayor pecado del ser humano es la avaricia. Y se ha visto en la más reciente crisis mundial. ¿Para qué queremos amontonar tanta cosa material? Hay gente que tiene un Miró en su baño, o sea, necesitan cagar mirando a Mirò. Es que no somos concientes de nuestro paso efímero por el mundo. Creo que esa avaricia tiene mucho que ver con esa sed depredadora de muchos animales que matan en exceso y luego no alcanzan a comerse todo lo que cazaron. ¿Y qué es el ser humano? No es mas que un episodio, si no nos organizamos de manera racional, nuestro paso por el planeta será muy breve”.

Merino no pretende cambiar nada con su irónica e intranquila proyección del mañana, su visión de la literatura es otra:

“La literatura no está para cambiar el mundo. Para eso está la política. La literatura lo que nos enseña es a entender mejor el mundo. A entendernos mejor a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. ¿Cómo es el mundo? Es azaroso, es inverosímil, la literatura nos la hace verosímil, nos permite entenderla. La literatura nos dice cómo es nuestro corazón, si no fuera por la literatura no sabríamos lo que nos pasa, es un reflejo de nosotros. Y también por eso, debe perturbarnos un poco, decirnos que las cosas no son tan sencillas, que no son una rutina. Además, la vida es así ”.

El elemento perturbador de los cuentos que componen Las puertas de lo posible se percibe desde sus primeras líneas, sin embargo, algo que permanece inmutable en el viaje al fututo de José María Merino son las cualidades humanas del amor, la cercanía y la solidaridad, algo que bien empleado, podría garantizarnos la permanencia en un planeta que, definitivamente, no nos extrañará si desaparecemos mañana.

Las puertas de lo posible
José María Merino
Editorial Páginas de Espuma
Madrid, abril de 2008

Texto y fotos: Diana Martín