La pornográfica historia de una reportera matapasiones

La pirotecnia televisiva la puso como la próxima heroína del porno. Samanta Villar, reportera, la haría de estrella en la industria española del metesaca. Y el público bramó, la saboreó, se lubricó los bigotes con cuanta posición sexual permitieran las carnes de la conductora de ojos azules y 34 años.

Ahora sí, pensaron los morbosos, veremos a Samanta Villar —especialista en periodismo de inmersión, ese donde el reportero se sumerge, a veces con disfraz, a veces no, en las fauces putrefactas del hecho noticioso para salir con vida y narrar lo testificado— practicando cochinadas de a de veras. La habían visto de ciega, bajando al metro con ayuda de algún buen samaritano; de inmigrante ilegal, viajando en chabola; de mariguana, fumando como una profesional frente a la cámara. ¿Por qué habría de ser distinto esta vez?

2.478 millones de espectadores fueron puntuales a la cita de Cuatro, canal de televisión del Grupo Prisa (El País, Alfaguara, Cadena SER, 40 Principales, Santillana). Sintonizaron la emisión de 21 Días y esperaron que la guapetona cumpliera su palabra. Al final, como resumieron en el blog El Descodificador, “Samanta ni hace felaciones, ni es penetrada analmente, ni siquiera gime y se queda en pelotas”.

Abucheos del público conocedor. Y el desprecio generalizado hacia Samanta y su ejercicio periodístico. Columnas aquí, allá y acullá y un alud de comentarios en toda la blogósfera y las redes sociales, con un lacónico —y muchas veces agresivo— nos timaron. “¡Podía haber sido chupadora, dominatriz, hacer un número lésbico, pero de todos los oficios del porno que podía hacer ha elegido ser directora!”, citaron en el periódico Factual la opinión del periodista Ferrán Monegal.

Samanta salió en defensa propia, precisamente sobre esos términos: “Había gente que esperaba que fuese a hacer un 21 Días como actriz, pero hay muchos modos de hacer porno […] 21 Días ha generado muchos comentarios desde su inicio porque es un formato muy arriesgado. Al haber más interés de lo normal, ha habido más reacciones con el reportaje sobre el porno”, publicaron en el sitio de Terra España.

Comprendo la ira de los televidentes: la publicidad que hizo Cuatro de la emisión del programa fue un fraude en despoblado, prometieron todo y apenas dieron un poco y sin Samanta como protagonista. Ya no digamos una escena softporn a la Golden Choice. Nada. Insinuaron una imagen de la reportera en acción como Sasha Grey o Daniella Rush, grandes del porno actual, e hicieron que el televidente se la tragara enterita.

También entiendo que se hable poco del reportaje, es más: entiendo que se hable nada de lo que encontró Samanta. Sobre todo porque no encontró algo que no hayamos leído o visto en otro lado, porque el porno es uno de los temas socorridos en España y en cualquier lado del mundo Occidental. Y ni han sido los primeros ni es la primera vez que Grupo Prisa, a través de sus medios, recurre al tema del sexo, ya sea como reportaje de índole social, económica o de entretenimiento. Recuerdo, entre los más recientes, el reportaje publicado en El País sobre la prostitución en Las Ramblas, que se dedica más a explotar las fotos in fraganti de los folladores que en presentar hechos novedosos y a profundidad. Grupo Prisa, incluso, mantiene un sitio web, La Lista Wip, con un listado de los mejores actores y actrices del cine porno internacional.

Lo que no entiendo, pues, es que se nos olvide que el porno vende, haya o no haya metesaca de por medio. Y eso sí que es impúdico.

Este artículo se publicó en la revista KY de Guadalajara, en el número de febrero.